¿Qué hacemos?

jueves, 23 de julio de 2020

Dar a ver

Por Misael Castillo

Los poemas de Antonella Vulcano están escritos sobre la más profunda realidad. Ya hemos hablado de realidades, de extrañamiento, sin embargo la realidad que propone la autora de Años de casa es una en la que no hay extrañamiento en la cotidianidad, sino que hay una mirada más profunda. Por ejemplo el primero de sus poemas comienza con el verso: /Hay telarañas por toda la casa/ y aquí viene la definición de esta realidad: No hay nada nuevo, todo ya lo sabemos, pero eso que no es la casa, también la hace, tomar las partes por el todo para caer con propiedad sobre las partes. Las telarañas, en definitiva,  siempre están y, mientras  algunos nos preocupamos por combatirlas, otros simplemente las dejan como parte del todo. Pero el verso siguiente otorga aún más fuerza a la construcción: /mi sobrino las señala preocupado/. No solo que es un niño el que está observándola (en un mundo adultocéntrico) sino que es también el que se inquieta ante esta presencia. Entonces, hablamos de una realidad profunda, no por lo que se ve, sino por cómo se lo ve.
Roberto Juarroz en la entrevista Poética y Creación (1977) menciona que la importancia del objeto artístico no es ver, sino dar a ver, dar a ver lo que la tontería nuestra de cada día no nos deja ver. De allí el énfasis en el segundo verso: /mi sobrino las señala preocupado/. El “yo” poético ni siquiera se adjudica la frase a sí, sino que personifica la mirada de un tercero, un niño. Un decrecimiento hacia una posibilidad menos hegemónica del oligopolio del adultocentrismo.

Lo sencillo, la experiencia configura un lenguaje a simple vista armonioso, pero se alza de una fuerza fatal en los finales de los poemas. Pareciera que Antonella dosifica la fuerza para llegar a un climax (final) que deja a uno resquebrajado en la tenacidad de la experiencia. La casa es el sitio donde transcurre la poesía, las comparaciones configuran sentidos existentes pero impensados / La medida de mi escritorio es la de una mujer muerta/ sostiene el “yo” poético. En los poemas de la autora de Años de casa confluyen la forma y el contenido de la experiencia de una forma dinámica, versos suaves que hacen poemas potentes, una mirada simple que transmuta en tantísimos cuestionamientos.

Por otro lado, las ilustraciones de María José Cabral en el pestañear hacen de la sencillez lo sensible. Uno no lo percibe, pero cuando pestañea ya se encuentra sumido en la profundidad de la creación artística. Por ejemplo en Madrugar la cotidianidad es desgarrada por un realismo invisible. No se puede observar con ningún tipo de inocencia el arte de María José o, al menos, no deberíamos, el trazo suave, lo que parece armonioso esconde tantas preguntas como posibles respuestas.  El dibujo Mujeres planchadoras pertenece justamente al libro Tres mujeres planchadoras (2017) que se constituye por poemas de Mariana Robles e ilustraciones de María José.



Antonella I. Vulcano vive en Buenos Aires, estudia Letras en la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS). Publicó de manera independiente los fanzines Sobre buenos Aires y otros barullos (2016), A dónde van las hormigas (2017), Tu cara no se parece a las cosas que nacen de día (2017), y Acuarelas (2017). Publicó en formato digital Tu cara no se parece a las cosas que nacen de día. Ocho poemas seleccionados (2017, Editorial El perro y la rana) y Microdisidencias (2019). En el año 2020 se publicó su primer poemario Años de casa (Editorial Santos Locos poesía). Es parte de la dirección de Revista Descolonizadx en donde se desempeña como editora.

María José Cabral: Artista visual, ilustradora, docente. Egresada de la Universidad Nacional Córdoba. Fue asistente de artistas argentinos y extranjeros. Becaria del programa de residencias El Levante. Asistió a clínicas de obra, cursos de gestión, curaduría, ilustración y capacitación docente.Sus trabajos se exhibieron en muestras colectivas, individuales y publicaciones. Actualmente vive y trabaja en Buenos Aires. 

Años de casa (Santos Locos, 2020)

*
Hay telarañas por toda la casa,
mi sobrino las señala preocupado
sin saber que lucha con la indiferencia
que me acecha en los momentos
en los que nadie pregunta por este abandono,
por este polvo tirado en las cosas
como si fuese harina sobre la mesada.
Así son mis días,
calientes desde afuera.



Ilustración: María José Cabral



*

Todavía
me parece escuchar
el ruido de las monedas
chocándose en tu bolsillo.
Yo sé que era una sorpresa
y perdón por sospechar,
pero a veces mi mente
suele amontonar
el gesto de amabilidad
y de inquietud
en un mismo recuerdo.





Ilustración: María José Cabral



*
Qué destino, decía mi papá
cuando a alguien le pasaba algo
de eso que llaman, definitivo,
en un segundo te cambia la vida, decía.
Qué destino el de ese chico.
Yo siempre creí que no había razones
para asustarme
porque al final las cosas siempre salían bien,
pero había una lucecita en los ojos de papá que
me decía
seguí esperando
todos vamos a estar alguna vez en la boca de otro
que no sabe diferenciar
los niveles que requiere la catástrofe.

*
Hace muchos años en la habitación
en la que duermo velaron a una abuela,
apoyaron el cajón de madera sobre el escritorio,
entre varios hombres.

La medida de mi escritorio es la de una mujer muerta.

Y eso sólo aparece de vez en cuando,
no voy a mentir,
a veces escribo como si estuviese despidiendo a alguien,
como si los años que pasaron no hubiesen bastado
para abrir las cortinas y las persianas de esta pieza,
ventilar el perfume a flor,
el descanso ecléctico de las cosas viejas y las nuevas,
que se tocan, se acurrucan,
pero nunca se fusionan.
*
Hoy también hace frio
y creo que estoy a punto de desconocer
lo último que me falta desconocer.

Hace años que descanso de un golpe seco.

Recuerdo todas esas cosas que antes nos pesaban.
Y ahora ya lo sé:

nadie quiere leer una historia
escrita en una cama calentita,
tomando un té,

porque la comodidad es mala,
la comodidad es fea,
la comodidad es un ave de rapiña.


Ilustración: María José Cabral para el libro Tres mujeres planchadoras

Inéditos

*
La siesta era la hora
de adivinar llegadas
sacar las telarañas
de toda máquina guardada
para la posteridad:

una que le hacía espuma al café,
otra que rompía los trozos de fruta
con la ferocidad de tus primeras mordidas

como si yo fuese máquina
o la miel que chorrea
sobre la cama de los hijos
pegajosos y furibundo,

como si yo fuese tu animal tranquilo.

*
Un grito que llega desde el fondo
se desintegra
en la albahaca

el canto no es tan bruto
como el atardecer
llegamos a este tiempo decorando
paredes
y escuchando intermitente
la voz de nuestro padre
diciendo lo improbable:

son dromedarios. 


*
Salí del juego, pero me quedé
enredada
construí mi cama con tus aves
muertas;
pasaron veinte años y no olvido al canario
naranja, como tus ojos.

Sos
un animal
que cambia de pies

más canto que animal.

*
Nunca olvidamos  al perro
que también amaba dormir
abajo del sol. 

No es tu calidez,
es lo poco que logré registrar: 

Buki, Mora, Federico,
Tania, Lola, paredón,

tengo una lista de las partes
de un patio que vos pensaste
y yo habité.



lunes, 13 de julio de 2020

Poetizar lo cotidiano



Lautaro Maidana es un escritor entrerriano, y casi todos los títulos de los poemas compartidos tienen una relación directa con la naturaleza. Cuando Saer escribe el prólogo de Filtraciones de Hugo Gola menciona: “La fidelidad a la forma, si bien obliga a descartar pacientemente todo lo que no armoniza con ella no es una manera de protegerse del mundo exterior,  sino de poetizarlo con mayor exactitud” Aquí encontramos un punto de comparación para analizar la construcción estética de Maidana. Lo que el “yo” poético consigue con la mención de los objetos de la realidad no es más que una ilusión de realidad.  Si pensamos en el extrañamiento, podríamos pensar que, naturalmente, es lo primero que el artista persigue, sin embargo es ingarantizable. Por otro lado, la ilusión de realidad se desvanece y se encrudece cuando el artista extraña los elementos reales: La no idealización de la naturaleza es un elemento indispensable para construir su estética “Avanza la enredadera sobre la casa de mi madre,/ trae con ella todo tipos de alimañas e insectos” La no idealización tampoco quiere decir demonización. Oportunamente hace de la naturaleza lo incontenible “Cuela sus raíces entre las grietas gastadas” y, es quizá la mayor prueba de la realidad que circunda su poesía.
Podríamos pensar, también,  en la protesta que lo circula por ejemplo en las plantas que asoman en “La chatarra acumulada”. Lo que hacemos con la naturaleza es cosa nuestra dice el “yo” poético, a la vez que reverbera la naturaleza incontenible que ya mencionamos:  organizan la ciudad /de los objetos residuales”. No pretendemos encontrar en su arte tintes didácticos, pero es innegable la expresión de una realidad consumada en las relaciones humanas, que se hace eco en el desprecio por la vida silvestre.
Si pensamos en la forma que, previamente mencionamos, encontramos en los escritos una respiración propia. Los versos son dispares (en su mayoría) pero pareciera coincidir la lectura con la capacidad pulmonar de quien lee. El trabajo de forma, a nuestro modo de ver, no necesariamente implica la estilización desmedida, sino también una respiración del texto, la fluidez, el extrañamiento. “La rata quiere jugar” o “Las plantas crecen desprevenidas” son versos que referencian formas cuidadas, son versos que referencian una construcción estética.

Las ilustraciones de Natalí Cillario tienen una profunda raíz contemplativa a la que llega a través de trazos suaves que le permiten a la autora, justamente, enraizarse, contemplar, habitar nuevos espacios. Ella misma menciona una pregunta que descubre bastante las cargas significativas de su obra: ¿Qué esperamos para latir juntxs? Ambas ilustraciones tienen una raigambre que se acerca bastante hacia lo que son las filosofías del decrecimiento. Por ese motivo, realizamos la conjunción de estos artistas que parecieran pisar el mundo de manera similar.


Lautaro Maidana (Paraná, 1994) es comunicador y tallerista en la Asociación Civil Barriletes. Asimismo es docente y escribe en el taller "Toda persona es poeta".


Natañí Cillario (Humberto Primo, 1992) es Profesora de Artes visuales, Artista visual especializada en grabado. Egresada del ISPN2 Joaquín V. González. 



La enredadera

Avanza la enredadera sobre la casa de mi madre,
trae con ella todo tipo de alimañas e insectos,
cuela sus raíces entre las grietas gastadas.
La casa donde aprendimos a jugar y a conversar
hoy convive con nuevos huéspedes
que transforman lo que creíamos solamente nuestro.
La miro y pienso cuánto tiempo llevará desmalezarla.
Pero ya no hay vuelta atrás; la casa no nos pertenece.
Es silvestremente ajena.





Ilustración: Natalí Cillario

El baldío

La chatarra acumulada
refleja la luz de la tarde.
Hay fierros, maderas,
cables y caños de PVC.
Algunas plantas se asoman
y crecen desprevenidas.
Entre los trastos y las ramas
que conservan la humedad,
una comunidad de insectos
se establece.
Escarabajos, bichos bolita,
pulgas y arañas,
a la sombra de un helecho,
organizan la ciudad
de los objetos residuales.



Ilustración: Natalí Cillario


Los siguientes poemas fueron publicados por Lautaro en revistacharco.com.ar
La rata
La rata mira desde el tapial
La rata y sus ojos profundos
La rata con equilibrio de circo
La rata entrevera las cosas
La rata y sus ganas de jugar
La rata se acaricia las manos
La rata entra por las cañerías
La rata y su escurridizo cuero
La rata roe la pared
La rata adivina las trampas
La rata y su pariente el carpincho
La rata conquista el planeta
La rata y su inteligencia aguda
La rata sobrevive al tiempo
La rata de genes mutantes
La rata te eriza la piel
La rata duerme conmigo

El gusano
Hasta el gusano más torpe
raramente se rinde;
se esfuerza con cada
sección de su cuerpo
para salvarse de los peligros
de la dulce tierra.
Por desgracia, yo,
un ser evolucionado,
no me comporto así.
Me gustaría tener
la perseverancia del gusano
cuando estoy en el gimnasio
y mi entrenador me pide
que entre en modo bestia
para hacer el circuito
de cien push ups en el suelo,
cien más en la barra media
y otras más en las paralelas.
Siento que no aguanto
mi propio cuerpo.
O tal vez sea él
quien no me soporta.
En ese momento
quisiera no rendirme,
ser como el gusano,
llegar a un level up,
transformarme en mariposa
o en super sayayin
para que nuevos poderes
me sostengan
por un poco más de tiempo.

La ballena
Soy blanca con la aurora,
azul al mediodía,
y negra con la noche.
Mi barrio es el océano.
Mi canto compite
con el de las sirenas
en belleza.
Mis aceites han cotizado
mucho más que el petróleo.
Y mi enorme proporción
interrumpe el horizonte.
Entonces el mar
ya no es infinito
para quienes se han
acercado a sus playas
a observar cómo retozamos
con mis compañeras.
Somos muchas
y nos hemos reunido
no para defendernos
de los cazadores
sino para amarnos
en esta ópera
que los convierte
en voyeures indiscretos.

La tostada
La imagen que creés ver en la tostada
no es un signo de realismo mágico.
Solo dice que la miga se quemó de más
pero vos igual la untaste y la comiste
porque no tenés otra cosa,
y porque también te encanta
el sabor a pan quemado
que te recuerda a tu abuela,
a tu mamá, y al primer desayuno
que compartiste con alguien
que no era de tu familia.
Ese encuentro te enseñó
que nadie es igual a nadie
adentro de una casa
y que lo más lindo es compartir,
aunque más no sea,
unas rodajas secas
de pan con mermelada
sin que eso signifique algo.

lunes, 6 de julio de 2020

Hijes de los 90'

Los poemas de Chana (María Rosa Bertolami) son textos donde podemos encontrar muchas posibilidades. Cuando leemos un texto, cualquiera fuese su esencia, estamos leyendo la mirada de la persona que lo está viendo, entonces, si nos encontramos frente a textos tan desgarradoramente cotidianos, lo que estamos leyendo no es más que un modo de leer la realidad. Ahora bien, si pensamos en realidades, en plural, lo que estamos leyendo es un recorte realizado por determinada persona por diversas razones y las razones que encuentro en los poemas de Chana son razones estéticas. Cuando al escritor Walter Lezcano le preguntaron en una entrevista para la revista De inconscientes "¿Le parece que existe relación entre la literatura y el psicoanálisis?" contestó  "Totalmente. También existe relación entre la literatura y la albañilería"
Sin dudas, que construir una estética de lo cotidiano es complejo por el simple hecho de conjugar la idea de arte (lo que se piensa que es el arte) con lo que el arte mismo es. Nosotros, hijos de los 90', hijos del 2001, hijos del 2014, hijos de trabajadores, seguramente tengamos búsquedas artísticas que tiendan a la experiencia, porque así como en otros tiempos se buscaron alternativas a la razón, ahora también lo hacemos porque ya no creemos en las instituciones tal como se nos presentaron.
El "yo" poético comienza el poema No se banca más "Dios se lanza a si mismo" y uno, como lector, queda paralizado. A esa imagen la hemos visto, pero no importa lo que hemos visto, sino más bien cómo lo vimos. Chana realiza una crónica poética de imágenes cotidianas, una crónica con el fin preciso del extrañamiento.
Por otro lado en el poema "Lo único real es la chancha", nuevamente, el "yo" poético se sostiene con la realidad que conoce, pero también esa imagen es atravesada por lo que la autora siente en relación a lo que ve. "Tal vez el chancho, después de todo,/ si sea nuestro dios" pareciera ver a través del bolígrafo, con sus palabras cercanas y amigables en tanto son parte de un texto sencillo de entender, pero en el cual lo importante no son las palabras, sino más bien, qué es lo que la autora dice. Un lenguaje que subyace del propio lenguaje, en el que lo que importa es la experiencia de la aventura post-texto.

Por otro lado, las ilustraciones que aquí les compartimos son una construcción de Oriana Acosta, de la provincia de Santa Fe. Su arte: entre el collage y el montaje. Cada una de sus imágenes son textos en sí mismos, por lo que tenemos una historia en cada ilustración. El óleo pastel, los recortes, unidos por las tramas y las tintas resultan de una herramienta fundamental para la ilustradora. Los rostros caricaturescos están profundamente cargados de sentido, juega con la volatilidad de la obra. Los ojos, las terminaciones, los absurdos chocan en esas historias que nos narra a partir de la expresión visual.

María Rosa Bertolami. Lectora, escritora nivel aprendiz, más aprendiz que escritora. Trabajadora monotribustista, Acompañante terapéutico, tesista de la Licenciatura en Psicología. En 2019 fui una de las cinco organizadoras del “EmbrujArte” evento cultural, compartí textos en el marco de la Exposición de Textos y Fotografías “EmbrujArte, Edición I y II”. Desde el año 2019 asisto al Taller de Poesía coordinado por Rocío Lanfranco llamado “Toda Persona es Poeta”. En 2020 se publicaron algunos de mis textos en la Revista Barriletes (Febrero, N° 221) y en el “Cuaderno de Notas” confeccionado por Proyecto Río Mío.

Oriana Acosta (2001) Santa Fe. Artista ilustradora, finalizó sus estudios secundarios en la escuela de arte Juan Mantovani donde realizó diversas exposiciones. Tiene una exposición pendiente en el MADE cuando se retomen las actividades. Se pueden seguir sus construcciones artísticas en instagram @calipsa.moi_


No se banca más

Dios se lanza a sí mismo, dijo
y frenó en seco una bola de fuego
que caería sin remedio
sobre él
los chanchos despellejados,
las vacas que vuelan,
millonarios aburridos,
tesistas y monotributistas,
animales de todos los gallineros, todos
todas y todes
quieren tirarse a la pileta
pero en la pileta, señora
no hay agua suficiente
No se banca más,
mientras no se corte la luz
el venti seguirá adormeciendo
y los hielos estarán listos pal tereré
es difícil ponerse en el lugar del otro,
es difícil medir el sopor que nos atraviesa.
Me deja tranquila creer que no soy de aquí
que no les pertenezco,
me descanso en la idea de que pronto va a llover.
No se banca más,
no se banca más.



Ilustración: Oriana Acosta

Lo único real es la chancha

Un chancho se pasea por las calles

no un cerdo,
ni un Pig,
ni una Peppa.

Un omnívoro con la cualidad de convertir
lo que come en proteínas,
todo lo que pasa por él se transforma
en algo mejor.

La chancha debiera ser nuestra diosa,
símbolo de la transmutación,
de los orgasmos eternos,
el cuerpo y la sangre con la cual
alimentarnos.

Pero es finalmente la víctima,
el payaso,
lo que se cría en el chiquero,
lo que se engorda como sea,
lo que se acuchilla y deja desangrar,
es el chillido que nunca se olvida.

El chancho es la basura
en el basurero donde buscamos comida,
son las palomas que despintan autos
con su caca,
es una imagen comprimida de la relación
entre amo y esclavo,
una imagen que subimos a las redes
y pisoteamos burlones
hasta el infinito.

Tal vez el chancho, después de todo,
si sea nuestro dios.


Ilustración: Acosta Oriana

(Sin titulo)


Se prende fuego una punta

basta a penas un borde
en rojo se despierta, para la oreja
presta atención
se distribuye según el viento
en llama roja que desciende
lenta
que no espera
que invade sin permiso
con esa violencia de lo intenso
y lo volátil
con ese peso que no se nombra.


Doméstica

Leudo en el trajín de la marcha
deshilacho
espumo.
Me cocino en una essen ajena
quemo el paladar del señor
y la lengua de la señora.
Al vino de mesa me lo tomo
un vasito en cada comida.
las manos no son suaves,
son útiles
y la lavandina mezclada con detergente
produce un vapor,
que intoxica de raíz todos los sueños.




Ilustración: Oriana Acosta



El olvido es tierra fértil
Lloré tanto que el verano
convirtió mis lágrima en chicharras
todas ellas me cantaron tu nombre
no me dejaron dormir la siesta
y el sopor
el sopor fue insoportable
Ahora te pienso
pero no te extraño y
en la cabeza se me abrió un hueco
se rajó un día de puro pensarte y
salió todo hermoso un cardo
con sus espinas
su perfume
con esa cualidad de intocable
como creciendo al lado de cualquier camino
me partió el cráneo y creció
Lo llevo conmigo
la gente lo mira y lo huele
pero a mí, ni siquiera
me hace sombra.


La lluvia siempre se nos adelanta
Salí de la cama
puse el agua
preparé en un plato
una manzana, galleta y queso
todo en rodajas
gajos
vertientes
la yerba inclinada ya recibió
tres chorros de agua que
no alcanzó a hervir pero
como no me convencen
los finales felices digo
que me despertó la tormenta
un sobresalto
la casa ya se inundó una vez

un suspiro
olor a yerba
a tierra de patio
manzana con queso
ayer abracé a alguien que
tenía el perfume que dejas olvidado en la almohada
pero no
la lluvia siempre se nos adelanta.





Una calandria no iría a cualquier lugar
La filogénesis se encarga
de llevarme al nido
al árbol
a la comida exacta.

Me fundo con el aire
muevo las alas de forma segura, me poso
picoteo y canto
picoteo vuelo
picoteo y cortejo
armo un nido así nomas
del mismo color de mis plumas
del color de la tierra.

Entonces, aún siendo calandria
no iría a tu ventana
no te anunciaría nada
porque no me creerías
porque igual no podrías verme
por eso me transformo
en un pájaro
en un nido
en alimento
me transformo en un ser
que no extraña la jaula.




Desparramarse

Qué es abandonar un espacio

hacerse a un costado,
decir "hasta acá",
un ser
         al costado
                       ¿de qué?

No compartimos la baldosa,
no podemos centrohabitar el mismo punto,
entonces me corro,
voy a buscar lo mío,
esa burbuja donde me tengo
aunque no me tenga,
donde nunca te tengo.

Qué es irse de un lugar sin huir,
sin darse por derrotado.
Qué es pensar en un lugar propio
sin pensar en la propiedad,
en una cocina,
en una cama,
en un techo.

Qué es pensar la soledad
sin ese dolor interminable,
intransformable,
que seca los pozos más profundos.

Qué es ese explorar interminable que lleva de metáfora en metáfora,
de la metáfora a la metonimia
donde me corro otra vez
y otra vez,
porque la cosa,
la cosa, nunca está.