¿Qué hacemos?

martes, 30 de junio de 2020

Jardín de letras

Nunca me había pasado tal cosa. En Buenos Aires, Casa Safiras, en una presentación editorial de Ediciones Presente, uno de los poetas que estaba recitando sus poemas, empezó a cantarlos. Los poemas de Muzzio viven en la musicalidad, el ritmo acompaña cada verso en los que, además, el autor da gran importancia a la rima . El poeta jardinero hace confluir sus pasiones bajo las palabras, leer alguno de sus libros es olvidarse, por un rato, que el mundo existe, al menos como lo conocemos ya que los mismos apuntan a una descapitalización, a una regresión del capitalismo depredador que nos empuja a una vida por fuera de la contemplación, por fuera de todo lo que nos transporte o nos eleve.

Edgar Morín plantea un sentido complejo de la existencia humana y explica mejor que nosotros hacia dónde dirigimos la lectura: "es necesario aprender a « estar-ahí » en el Planeta. Aprender a estar-ahí quiere decir : "aprender a vivir, a compartir, a comunicarse, a comulgar ; es aquello que sólo aprendemos en y por las culturas singulares. Nos hace falta ahora aprender a ser, vivir, compartir, comulgar también como humanos del Planeta Tierra. No solamente ser de una cultura sino también ser habitantes de la Tierra." Los siete saberes para la educación del futuro (disponible en pdf)

El "yo" poético se posiciona: "disfrutando la simplicidad;/siendo humano, con mi carpa". Observamos en Muzzio una mirada profundamente humana, una mirada que condesciende solo con mirar. En el segundo poema que nos comparte, notamos la presencia de la regresión a la que primeramente nos referimos "Antes, siempre, las arrancaba/ porque no sabía que eran plantas".  Concluye en el cuarto poema:  "Y ahora sí, miro el jardín, que es mi patria;" el "yo" poético nos cuenta la contemplación, pero sobre todo, lo que va sucediendo en la mente a la hora de tomar la conciencia terrenal de la que habla Edgar Morín.

En los poemas las plantas, la naturaleza en sí, aparecen en primer plano, el autor propone diferentes visiones, pero todas con el único fin de arremangarse el mundo y salir a mojarse los pies en la tierra. A veces, mira desde lejos, otras veces mira desde cerca, toca, no toca, arrima amor a su patria de flores que crecen en el mundo de metal.


Nació el 2 de mayo de 1988 en Rosario, Santa Fe. Es jardinero y poeta. Editó por "Ediciones Arroyo": "Mantras bicicleteros" y una plaqueta, en la serie de la editorial "Dos poemas", en 2018.
Su poema, "Flor sanadora", está incluido en la antología "Literatura en flor", editada por la “Municipalidad de Rosario” en 2018.
 En 2019 editó "Metapoesía fractal", con la editorial “Rangún”, y "La Mantis subida al Dragón", con “Ediciones Presente”.
 En 2020 editó "Savia Azul" con “La Gota Microediciones”.

Para leer más poemas de Sebastián Muzzio: https://poesiasebamuzzio.blogspot.com/2019/08/




Ilustración: Maite Acosta

Poemas Inéditos

1


Me pensaba epifito, como la orquídea,
alimentándome del aire y la humedad;
viviendo liviano en el bosque,
disfrutando la simplicidad;
amoldándome, como un liquen, al tronco
en Simbiosis mutual;
juntando agua de rocío en una cuenca floral,
sentándome
en la prístina hierba a contemplar;
pero sigo siendo humano, con mi carpa
y poco impacto habitaré el lugar.

2


Antes, siempre, las arrancaba
porque no sabía que eran plantas
nutricias de hadas; que llevan
la magia en sus alas;
ahora, las cultivo:
flor de fuego, lantana,
achira amarilla, malvavisco,
canario rojo, escoba dura,
clavel del aire, sunchillo;
las orugas se alimentan,
en sus cuerpos se fermenta
la alquimia dorada del Sol y la Pacha;
tejen su crisálida, cristal de meditación,
transmutan y se secan, vuelan;
mariposas llevando, su lema
de, colores fundidos como acuarelas;
trazos nítidos de la gran
inteligencia multiversal;
pintó con savia y sangre estelar
a cada esencia, a toda entidad;
cada teorema que quiere tocarla
también es un alma,
todo gestito de este jardín
en la trama sin fin.

3


Las azucenas han cambiado su color,
del rojo al blanco, del rojo al blanco,
combinados, co-co-co-combinados;
las azucenas han cambiado su color,
del blanco al rojo, del rojo al blanco,
lo vi yo.

La azucena abrirá su flor, como un puente cruzaré el amor;
hacia el este espera un fogón y amores de agua, arena y Sol;
la mimosa cerrará su hoja, se contrae al rozarla suave
y la niebla traerá la duda que humedezca y nutra la pregunta;
y la Luna traerá la dicha, brillo llena la flor del malvón.

La azucena muestra su congoja, muere el ángel que cuidó esa rosa;
fueron años de capullo a flor, de perfume entre las espinas,
se esparcía llamándote a vos; que venías como un colibrí,
como una monarca o como hormiga,
la nariz hundías en su geometría sagrada-fractal;
medición de lo infinito es oxímoron;
fatal será la escisión de tu alma con el jardín del Sol;
el ángel que no pudo ser, fue oscuro y te invito a ver
del lado del ego sin flor; marchita tierra de dolor,
había un poco de placer a cuenta de entregar tu sien
cien veces a la depresión, la parca siempre merodeó;
un duende su pincel mojó, la paleta cromática te hechizó
de bosques, estrellas y río: comarca al lado del camino;
de brindis, música y reunión: el espíritu cerca del corazón.

Bulbo-pulpo de tentáculos verdes,
la azucena así emergió y ahora surge su vara,
que sostendrá tres flores, regalo del núcleo;
transmuta en pétalos y néctar toda su pasión
de lava y petróleo (que cada vez tiene menos);
en el centro de la Tierra, siempre en producción,
calentando y hechizando las semillas,
desde abajo para arriba el esplendor,
nutriendo las capas del limo,
fertilidad y cuna para la creación.

Azucena, a su cena picaflor:
succione el azúcar natural,
jugo floral de la campana roja y blanca;
llene su motor de amor en savia,
bata sus alas, un millón de aleteadas,
surque el jardín con su piel abrillantada
verde-azulada; pequeña hada-ave-mágica;
piquito polinizador desparrama
la continuidad en muchas plantas;
dicen, eres retorno de almas cercanas.

4



Y ahora sí, miro el jardín, que es mi patria;
ahora es momento de la bandera en alto:
un árbol, es un curupí, lechosa savia;
una torcaza salta de allí hacia el naranjo,
siempre es así, árboles y pájaros;
amphelopsis, manto de hojas en la pared,
reviste este pequeño reino y en el invierno
se deshoja; antes dará su ofrenda roja
a mi visión y a la Pacha toda, será compost,
será otra historia; la lluvia escribe y el picaflor
marca el acento en los conceptos a destacar,
en esta obra sin final, solo con pausas para recargar;
horneros caminan de aquí para allá, el suelo miran,
encuentran frases para el poema; los chingolitos van
de a saltitos, traen ideas antes que sean olvidadas;
las ramas retorcidas del curupí forman un ojo;
a través veo la mariposa, danaus erippus, metiendo el pico
en flores de fuego; todo está floreciendo:
el cariño entre dos perros y yo, caricias y lengüetazos;
las stapelias otorgan estrellas naciendo, capullos por abrir,
atraerán a las moscas con su aroma llamador de esta troupe
alada, sin tanta fama como las abejas o los abejorros;
gnomos que merodean por los racimos de campanas rosas,
colgadas de la bignonia spectabilis;
espectáculo, patio con bosque e invernáculo;
casa en el árbol, sería completa la canzonetta,
que cada día yo cantaría desde la cima,
desde esa nave de madera; llevo los frutos, llevo las letras,
llevo la música, me sirvo un mate, serán poesías;
a más tardar, será una obra, será un libro embotellado,
así lanzado al espacio sideral, a la brecha con los demás;
con buenos deseos e imágenes que los puedan abrazar;
será un discurso que darán las plantas y el humano poco intervendrá;
bajaré a la huerta, buscando las hierbas aromáticas, poetizarán
la tarde en mi alma; iré hacia los cultivos de crasas y cactáceas,
la fuerza y los colores, en osmosis se integrarán a mi cuerpo;
cuerpo y mente enlazados por el espíritu, enraizados a Gaia
por las fibras luminosas, visitando la Infra tierra y su cuento
maravilloso; es como se diluye el tiempo y se estira el espacio
y el árbol se ondula, gesticulando y abrazándonos ante el vacío;
una Luz que alumbre este rinconcito, será una explosión de amor
y de conciencia: que la nada es el sustrato de la existencia
y crece la vida, armar y desarmar el rompecabezas;
te rompe la cabeza de tanto pensar en el origen:
¿por qué hay algo en lugar de nada?; en las savias está
la conexión con el envés, quizás solo sea lado y revés;
vamos a ver cómo es y luego seguiré amando, cocinar
el pan y despertar, atender tu llamado, ir juntos a algún sitio,
escuchar las gotas caer bajo la enredadera, escribo y es todo
una cadena o es una espiral como el caparazón del caracol,
girándose al infinito; y el colibrí, que ser tan fino, come de las flores,
así viviría: flor y una poesía; con mi tamiz atravesar playa, selva, mar;
cuando sale el Sol, viajar hacia cada corazón y cuando salga la Luna,
acunar angustias, miedos y oscuridad para dormitar en paz.

5


Caducifolia razón, perenne intuición de los días;
amarilla perspectiva, desde los bosques aminorados,
paleta otoñal; momento de cosechar y seguir plantando,
también descansando, preparando el sustrato
para los próximos actos; obrar en el tiempo,
poción y psicomagia, transmuta y modela la plastilina fractal;
atraemos elementales, todos trabajando, la huerta es el barco,
surfeando los mares de las complejidades en que derivó
la existencia, selva robotizada por nuestra dual eficiencia.

6


Las enramadas, deshojadas, se dejan ver;
como las venas, como los brazos del Paraná;
fractales que se bifurcan por la trama,
dónde un hornero hizo su nido,
barro esculpido sobre el lomo de un plátano;
una hiedra se pegó al cuerpo de un jacarandá,
vistiéndolo con su traje de escamas
verdes-opacas y verdes claras;
liquidámbar, pintura otoñal trabajada
por la artista Gaia, mente multiversal;
cónico árbol, se decolora desde la punta:
verde, morándose, rojo a naranja, amarilleando,
retornando a la manta, piel de tierra,
red de esencias transmutadas;
será malvón, será regalo, será poema,
adormidera en floración, doble colchón de pétalos,
sombrero alrededor de la cabeza, almacén de semillas,
simétrico botón en los confines, era desierta,
dónde el destino, cada vez más alejado de la naturaleza,
busca salir, invocación de la vocación;
soles, naciendo de follajes, pequeños, abriéndose
como margaritas de color violeta, púrpura y lila pastel,
son las dimorfotecas; biblioteca de plantas es la Madre Tierra,
no alcanzan los días para conocer todas las familias,
pero las de la zona y sus nombres populares, sí;
de montes a viveros, de huertas y campo abierto;
gazania, tus estrellas se tiñen de rojo-naranja y blanco,
bordó, amarillo alumbrando macizos, manchas del jardín;
santa rita, tantas veces te podé por deber de mi oficio,
todas esas veces me pinché; perdón por cortarte, bella eres,
de afilado cariño y ojos fucsias, anaranjados o blanquitos;
subiendo, el mburucuyá, zarcillos en espiral,
se amarra al curupí; en compañía de un jazmín,
se ondulan buscando al Sol, sus alas serán la flor,
mariposa naranja que es, retazo del gran rey;
abeja encontró el néctar, en esa nieve de florescencias;
debajo, tacos de reina, techitos de duendes,
paraguas de hadas, forman una aldea;
a su lado se levantan monumentos
de pimientos campanitas que guardan,
en sus gorritos rojos, el picor y el sabor;
un destello, chispa que condimenta
cualquier plato y nutre a la cabeza
liberando la hormona de la felicidad;
caléndulas, libélulas, si riman es porque
giran en los senderos del jardín-barco,
en el ciclo del eterno retornar, pero cada
fotograma, pintura única del cuento
con los colores del momento;
malvón y chingolo, se miran, uno pía
y pica el piso, el otro suelta su color
hacia el entorno, hacia el fondo del vacío;
cotorras y ciruelos, quiebran ramas, picotadas,
ayudándose con las garras; obra en construcción
imagino, en los más altos eucaliptos;
troncos y tronquitos apilados, al costado
del horno de barro, provista y deseo
de panes caseros, delicias y artes del cocinero;
bignonia rosada, mirada hacia el túnel,
puerta pintada, ojo de savia;
albahaca de todo el año, aroma encantado,
caramelo incensado, al frotar tu follaje;
última franja solar en un día de otoño,
aprovecho y me alineo, recibo su calmante,
escribo unas imágenes, dorarme
con su tenue caricia que vitaliza;
una sonrisa al principio y otra al final.

*

miércoles, 24 de junio de 2020

"Ser desde el otro"



María Teresa Andruetto plantea en un escrito para La infancia del procedimiento que toda verdad es relativa, en tanto que con la escritura se buscan certezas personales y, a la vez, certezas para otros. Dice al respecto: “la posibilidad de ser otro, de ser desde otro, de un modo verosímil.Desde esa perspectiva parece surgir la voz de Belén Giménez. Una artista que encarna una descripción desgarradora de la realidad, una descripción empática que funciona como un trampolín hacia la incomodidad que genera toda empatía. Particularmente, su empatía pareciera surgir desde la mirada cotidiana, desde la refinación de la mirada que pasa primero por la conciencia y extraña descubriendo el lado b de lo que se mira. La escritura de Belén es una mirada extrañada de las cosas. En Res de matadero podemos percibir cómo el “yo” poético personifica en un animal, un animal muerto: “Cuelgo /aún viva/ de un gancho del matadero (…)Chillo como el cerdo cuando es atrapado”.
En la poesía de la autora de Olor a tierra mojada (Camalote 2020) la primera persona parecieran el nexo inescrutable entre la construcción estética y la realidad. Su poema En la canilla propone una revisión moral del bien y el mal, dándole voz a la contemplación de una Yarará: “No me hizo nada/ morder es solo una defensa”. De modo que nos permitimos, a la vez, entender la gran relación que tiene el mundo animal con la poesía de la autora que, además, nos invita a recorrer la idiosincrasia entrerriana desde la sensibilidad de su mirada.

En esta ocasión, volvemos a compartirles ilustraciones de Elisa Lahitte Eberbach. Sobre el papel dibuja, moviliza todo lo que pueda ser movilizado. La casa, el instrumento más utilizado, instaurado, por el sentido común, el lugar del que se desprenden todas las normas morales existentes, puede también ser movilizado. ¿La casa puede ser arrastrada por nosotros? No, al menos, no de la misma manera que ella nos arrastra. Al revés la res de matadero, podemos llevarla donde deseemos, pero en ese movimiento, vamos dejando algo en el camino.


María Belén Giménez (Interior de Entre Ríos 1987) Profesora de lengua y literatura (UNADER) y Técnica en Comunicación Social con mención en Redacción. Participó de la Antología: Cuarto encuentro interprovincial de narrativa y poesía del Noroeste, Noreste y Litoral Argentino; compilado por Leticia Manuata (2019). Fue publicada por la sección Poesía de la Revista Análisis, y Publicó Olor a tierra mojada (Camalote 2020)

Elisa Lahitte Eberbach. (Tostado Sta Fe 1992). Vive en Buenos Aires. Estudia en la Universidad Nacional de las Artes la Licenciatura en artes visuales. Se ha desempeñado en montajes de obras de Arte y visitas guiadas en el Centro de Arte Contemporáneo La Casona de los Olivera. (Buenos Aires) Participó en la Exposición colectiva “Paseo Nocturno” en el Edificio principal del Jardín Botánico Carlos Thays. (Buenos Aires-2017) y en la Muestra institucional de la Casona de los Olivera, con alumnos de la cátedra Fernicola, de Dibujo de la UNA (2019). Expuso en la muestra Sustancia del Ciclo Vivarium de Ether Arts Project y la Huella Botánica (Buenos Aires - diciembre 2019) Es encuadernadora y tiene un emprendimiento propio de producción y venta de cuadernos personalizados

Res de matadero
Cuelgo
aún viva
de un gancho del matadero
junto a otras reses
sobre ríos de sangre que el agua hace correr,
entre paredes blancas de manchas borradas  
y el olor nauseabundo ya imposible de esconder.
Chillo  
como el cerdo cuando es atrapado
mientras sus manos me acarician 
como a animal doméstico
y sus voces mecánicas 
me producen la exanguinación: 
Ya va a pasar.
Aguantá.
No es para tanto.
Las añejas mujeres
adiestradas en el oficio
me mantienen en el gancho
que perfora mi carne 
la que van desgarrando
con los tirones del desuello. 
Mi cuerpo
despojado del resguardo de la grasa y la piel,  
amansado,
cuelga del gancho
que me transportará
a donde me espera el carnicero
haciendo sonar el acero 
que provocó mis primeros gritos.

(Poesía seleccionada a partir de un concurso y publicada en: Antología: Cuarto Encuentro Interprovincial de narrativa y poesía del Noroeste, Noreste y Litoral Argentino; compilado por Leticia Manauta. UPCN. 2019)






Ilustración: Elisa Lahitte Eberbach


En la canilla
que mira melancólica
la pileta de cemento
lavaba mis manos de tierra.
Entre mis pies desnudos
se deslizaba una yarará
que escapaba del calor de la siesta.
No me hizo nada
morder es solo una defensa.
Arrastra en sus escamas
el origen del pecado
carga en su cuerpo el veneno
vuelto amenaza
fundamento de su existencia rechazada.
Dejo de lavarme
mis manos
son su refugio.

(Olor a tierra mojada. Camalote, 2020)




Alimento
Escucho un disparo
rompiendo el aire
y luego el cuero
como eco de las palabras
que repito en silencio
para no olvidar
y para convencerme
como hago con todo
lo que guardo como promesa:
Solo tiro si estoy seguro
No tiro si es hembra y está preñada
No dejo un animal herido en el campo.
Aprieto los ojos
y me tapo los oídos
mis manos son pequeñas
pero mis oídos también lo son.
Veo a los pájaros
levantar vuelo en todas direcciones
fuera de los árboles
me asustan los perros
que ladran enloquecidos
8
y rasgan su piel con los espinillos
en la carrera por alcanzar la presa.
El ciervo yace
con los ojos pausados en el horizonte
no le duele ser arrastrado
no le duele ser azotado
en la parte trasera de la camioneta
no les teme a los colmillos babeantes
de los ansiosos perros.

Un cuchillo perfora su cuello
para que se desangre
no miro por la ventana de mi pieza
el fresno
donde tengo una casa sin paredes
y tortas sin azúcar
ahora es gancho para desuello.
¿Por qué mis hogares
se vuelven infierno?

El mismo cuchillo separa
la piel de la carne
cuando ya no sangra
las moscas han montado guardia
revolotean y se posan.
El mismo cuchillo
troza al animal
filetea el cuarto
sobre la mesa que, con un mantel,
nos reúne
y enfrenta los rostros.
Las manos que descuelgan la soga
del árbol
son las que apretaron el gatillo
en el campo
son las que manejan el cuchillo
en la carne
son las mismas que labraron
pulieron y encastraron
con monedas viejas
y plata reutilizada
el cabo hecho con los cuernos
de otro animal que colgó antes del fresno
son las que retiran mis manos de mis oídos
y me ofrecen el plato servido.

(Olor a tierra mojada. Camalote, 2020)


Qué importa si dura
lo que dura el verano en la piel
si se esfuma como sus contornos 
frente al resplandor de un sol
que nunca salió
Si se parte al medio
o en mil pedazos
y corta mis manos 
con el filo de lo que fue. 
Qué me importa. 
Tengo lo que le es efímero al tiempo
los segundos que me pensaste
el abrazo al felicitarme. 
Mientras vos decías que era poco
que era algo sencillo
que no era nada
yo remendaba 
fotos de infancia 
en mi memoria. 

(Inédito)



La hoja que me cubre se seca
y se agrieta con cada movimiento
siento cómo voy perdiendo cáscaras
en el camino
se requiebran mis pequeños cascos
y me dejan indefensa
las cortinas negras se deshilachan
caen con el agua y se adhieren a las caricias.
Mi hogar se va convirtiendo en ruina
por el tiempo,
los cambios
y las inclemencias.
De esa manera me habla
debo estar atenta. 

(Inédito)


Rechina el silencio en mi boca
como maderas viejas
del cementerio
que ceden con la tierra
o como el viento
jugando con las almas pequeñas
Los muertos se consumen
en busca de lo que no tuvieron
me decía un viejo sepulturero
Así es el silencio conmigo
me desgarra la piel
mastica mi carne
y llega a mis huesos
Ofuscado avanza
en espiral hacia el centro
hasta volverme polvo.

(Publicado en “Entre versos”, sección Poesía de Revista Análisis. Año 29 – N°1102 – Paraná, Entre Ríos. 15 de agosto de 2019).






Ilustración: Elisa Lahitte Eberbach



Donde se unen la lluvia y el sol
Contame qué ves
desde tu balcón
¿Ves los rayos
hiriendo el vacío?
¿Escuchas al viento 
rompiendo la nada?

¿Cómo es que el cielo,
siendo el mismo,
se ve tan distinto?

Contame qué ves
cuando caminas
por la vereda.
¿Podes ver las ramas
llenas de hojas verdes
como una estampa en un fondo azul,
salpicada de luz?

¿Cómo es que el cielo,
siendo el mismo,
se ve tan distinto?

Cuando el día se funde
en un horizonte de fuego,
ese que nunca voy a alcanzar
¿Vos podes,
desde tu terraza,
llegar allá?

Tal vez yo pueda, a través de tu voz.

¿Alguna vez caminaste
por la línea
donde se unen la lluvia y el sol
cuando allá los vidrios lloran
y acá la tierra se agrieta?

¿Cómo es que el cielo,
siendo el mismo,
se ve tan distinto?

Tal vez
sea el reflejo de los ojos.
Tal vez encontrarte
sea como pararme en esa línea
y sentir
la lluvia en una mano
y el sol en la otra.

(Inédito)


Improviso un ramo de flores para los que ya no están. Intento que se parezca lo más posible a los que arman en las florerías. No me sale, como tantas otras cosas, como todo, pero marcho igual, con la cabeza gacha. Avanzo hacia el mismo lugar que avanzo con el paso de los años, esta vez por decisión propia. En el camino cruzo a un hombre haciendo zigzag. Son las cinco de la tarde. Levanta la vista que choca con mis ojos caídos. Siento que nos entendemos y me pregunto con qué dolor hace pelear al vino... Tengo que caminar más de un kilómetro fuera del pueblo. Al costado de la ruta un perro con la lengua afuera sigue su instinto y despierta mis celos: sabe a dónde va, sabe llegar, sabe esperar y sabe volver aunque lo echen o lo maltraten... Me detengo en cada tumba que solía visitar cuando era más chica, me detengo a acariciar cada foto de los rostros que extraño; limpiando, tocando y mirando le dedico tiempo a mis muertos... Salgo un poco más vacía aunque me resista a ser parte de ahí. Tal vez deba acostumbrarme, últimamente cada lugar que atravieso me deja menos de mi...

(Publicado en https://fotosparaepigrafesrelatos.blogspot.com)





viernes, 19 de junio de 2020

"Cuando cualquier cosa cambia en nosotros, ya nos cambió enteros"



Diego Planisich es poeta y gestor cultural. Es de la ciudad de Avellaneda (Santa Fe). Se lo cataloga, a veces, como “El poeta del río”, pero no deja de ser una parte pequeña de su poesía, en la que aflora la naturaleza a través de una contemplación respetuosa e inquietante. Coordina talleres literarios de lectura y escritura. Es autor de tres libros: Arrullo (Corteza Ediciones 2014), Dos luces de frente (Editorial Palabrava 2019) y Grayskull (Corteza Ediciones2019). Además, coordina junto a Luciana Paruzzo el ciclo de poesía La Mecha.

Son las nueve de la mañana. Espero el mensaje de Planisich. Me escribe finalmente: “En seguida salgo para allá”. Cordialmente, Diego, se acerca hasta mi casa a tomar mates, engañado de que vamos a hablar de Literatura. Y hablamos de Literatura. Hablamos de Grayskull. Al final de la -entrevista-, compartimos una serie de poemas del libro.




Misael: Leyendo Grayskull, sentí que Carina Radilov Chirov, quien escribió el Prólogo,  leyó con mucho amor el libro, lo cual es un gran trabajo de reconstrucción. La naturaleza siempre está, y generalmente, en un estado de cambio, de mutaciones, versos en presente que van yendo hacia el futuro, por ejemplo: “Comienza a llamarse patio” es una construcción que está en presente, pero un presente invadido por la transformación.

Diego: Eso tiene que ver con el proceso de construcción, es decir, no solo tiene que ver con la casa, justamente. La casa no es sólo lo que está entre las paredes, sino toda la superficie, y el patio es una parte importante de aquello. Tiene que ver con eso, la construcción del patio, las primeras plantas, los primeros arbolitos que puse, el césped, acomodar la tierra. Con respecto a la naturaleza, fíjate, no es algo que yo tenga en cuenta, ya que no soy un gran lector de Haikus, pero Carina en el prólogo menciona esa cuestión, el parentesco. Los haikus no son solo estructuras, sino también la contemplación de lo natural.

M- Esta tendencia hacia el futuro, tiene que ver con el reconocimiento de lo incontenible de alguna manera (me vas a guiar), es decir, lo incontenible de la naturaleza, incluso en el encierro del concreto. Este título “Comienza a llamarse patio” es la representación de lo incontenible, es como si pudieras decir que “comienza” infinitamente.

D: Exacto, es que estamos viviendo  una especie de futuro constante ¿no? El presente pareciera no existir, es una construcción para nombrar el ahora que continuamente está cambiando. Podés decir tranquilamente que se está escribiendo el futuro. Hay un libro de Mario Ortiz,  gran poeta de Bahía Blanca, que es muy experimental con el lenguaje, y en la tapa hay un televisor o, mejor dicho, la carcasa del televisor, como el encuadre que le faltaba a la pintura, lo puso en su casa delante de los arbustos y miraba y veía el arbusto que se movía, o que no se movía. Y él decía “Lo que yo estoy viendo acá, parece que está quieto, pero no lo está”.

M: A mí también me pasaba un poco, esto te lo mencionaba antes. La sensación que me genera leyendo Grayskull es que aflora lo cotidiano y lo inmediato, pero siempre a través de la abstracción y lo extendido, pareciera una contradicción epistemológica, pero es lo que se logra, justamente, con el objeto artístico, que es lo que señala en el prólogo Carina Radilov. No siempre se logra aquello que parece inherente a la literatura. ¿Ese lenguaje o esa búsqueda parte de la conciencia? ¿Tiene que ver con tu cosmovisión del mundo?

D: Hay algo que tengo presente siempre, es esta cuestión de decir sin decir. Si yo te digo que mires X no es para que me digas “sí, estoy viendo x”, es para que te pase otra cosa con lo que estás viendo. Por eso, puedo nombrar algo para que se lea, no la palabra, sino para que lleve a otro lugar. Hay uno de los poemas que se llama “Bicicleta de río” que habla de ese cuadro, llevo mi cámara para capturar,  es como que saco una foto desde arriba del kayak, para tomar un paisaje que va a cambiar, que nunca más va a estar igual.

M: Y por ejemplo en Tacto, nos llevás, hacia lo que estás mencionando, como una especie de apuntalamiento del devenir. Te planto este poema, esta imagen, y el “yo” poético nos lleva (lo que venimos hablando) a algo que no va permanecer, que va a estar cambiando, pero que él pudo ver.

D: Agustina Lezcano me hacía una entrevista, y me comentaba, rescataba esa parte que dice “Qué cosas se irán perdiendo/ cuando nadie las reclame” ¿Entendés? Es lo que me interesa siempre. Escribir a 120 km por hora le puso a la entrevista Mariano Peralta. Es un poema que está en dos luces de frente, y tal cual. He “escrito” poemas manejando (cosa que no se debe hacer) y… es una metáfora de que siempre estoy escribiendo. Cuando estoy quieto me cuesta. Ahora en la cuarentena, no estoy escribiendo prácticamente.

M: Precisás el movimiento de las cosas para construir. Las búsquedas de este libro se dan en el contexto de construcción de tu casa ¿Qué es eso de que la ciudad entre a tu patio?

D: No recuerdo si Tacto fue uno de los poemas que escribí de la serie esa que tiene que ver con la casa, que tiene que ver con los primeros ocho o nueve poemas. No hay un poema que indique que sea el primero. Es una construcción general de lo que fue pasando. La casa ya estaba ahí, incluso antes de estar. Todas las ideas de las historias que vienen de otros lados…  yo me imaginaba, mientras que pedía unos camiones con tierra, de dónde venía esa tierra, aunque un poco lo sabía. De todos lados. Yo vengo de una casa donde hay un patio grande, donde hay varios perros enterrados, y una lorita y demás. Miles de cosas enterradas. Y todo eso, de alguna manera, va a parar a mi patio. De cualquier parte de la ciudad, de cualquier parte de la historia.

M: En el poema Perspectivas, el “yo” poético mantiene cierta distancia, pero no de alejamiento, sino contemplación, de respeto, hacia la naturaleza.

D: Todos los poemas nacen de la contemplación, tanto de lo que me rodea, como de lo que está dentro de mí. “Perspectiva” surge de estar parado en el baldío de al lado, miraba mi casa desde afuera, y la contemplaba como una cosa  con vida.

M: La sensación que tengo al leerte es que sos muy contemplativo, pero con ese respeto que incluso menciona el “yo” poético al final de uno de los poemas “La naturaleza ya nos habrá cambiado”. Es una construcción contrahegemónica y, si me permitís estirar la interpretación sin romperla… no sé qué papel juega lo social en tu poesía, hace a una perspectiva social con una epistemología filomarxista, me recuerda un poco a Edgar Morín. La naturaleza nos va a cambiar a nosotros y no al revés.

D: Cuando cualquier cosa cambia en nosotros, ya nos cambió enteros. Cualquier cosa que cambia en nosotros es radical y, por más pequeño que sea, ya no somos los mismos. Con respecto a lo segundo, lo vas a notar cuando te pase unos poemas en los que estoy trabajando sobre los ahogados del Arroyo del rey. Ahí lo vas a notar aún más. Hay una incidencia, uno quiere decir. Algunos sucesos cotidianos me afectan, sobre todo cuando estoy en casa o en la calle y veo algunas injusticias, por ejemplo, en Grayskull, hay un verso, no recuerdo de qué poema, que dice “los perros que parecen como globos” y eso no quiere decir otra cosa que perros chocados por vehículos que se transportan de un lado a otro.

M: Claro, es muy sutil. Cuando das vida, en el poema Grayskull, al ejército de flores, se sucede esa sensación. Contame un poco sobre tu metodología ¿Te parece?

D: Cuando hicimos el taller con Mario Ortiz, aparece esa contraposición de lo rústico, lo duro y lo natural que parece que no podrían estar juntos en un poema. Escribo en movimiento, pero me tomo el tiempo para detenerme. Escribo en el celular, ya es una costumbre, después los transcribo a mano, y finalmente los paso a la computadora. En en ese trajín se van sucediendo mutaciones. Una vez que elijo todos los poemas los pongo a todos arriba de la mesa, y ahí medio que solitos se van ubicando, cuál va primero, cuál va segundo. Todo sucede ahí. Arriba de la mesa. Todos los libros los hice así y generalmente nadie sugirió cambios. Eso es algo que adopté con el tiempo.

M: Esta pregunta no tiene que ver con la obra en sí, pero surge a través de ella. Hay un poema en el cual aparece la imagen de la birome en el pecho que empieza a chorrear tinta, si no me equivoco es “Estado”.

D: ese poema es más viejo que arrullo, que es el primer libro. Lo habré escrito en el 2012, o 2013. Surge de dos plaquetas que publiqué en aquellos años. El primero se llamó Afiches en la ciudad Boreal. Y allí estaba ese poema.

M: A su vez, ese mismo poema, más allá de que leyéndolo “por encima”, pareciera no tener una relación con el hilo del libro, tiene una gran relación  porque, aparte de los sentimientos de la casa, tiene la  idea, asociada a vos, del río. Los chorros de tinta que salen del pecho donde fue clavado el bolígrafo, podrían ser las ramas del río.

D: Bien decís. Es el poema más abstracto, quizá, hasta surreal. Yo en esa época leía mucho el surrealismo, el Libro Rojo de Aldo Pellegrini y otros más. Me había explotado la cabeza, y ese poema viene desprendido de aquella época, por eso es un poco distinto a los demás, pero a su vez marca una sensación que tiene que ver con la escritura y con el sentimiento en cuanto a todo. Es muy intenso me parece. Las palabras más urgente. Me hace acordar un poco a Roque Dalton, salvando todas las diferencias, claro. (Risas)

M: Diego, ¿cómo juega la urgencia en la escritura?
D: No sabría decirte. Pero en otro momento la urgencia tenía que ver con cualquier poema que aparecía.  He manejado con ganas de escribir. Tener que frenar, orillarme y quedarme veinte minutos estacionado bajando una idea.

M: Me contaste que estuviste en Santa Fe, y en Santiago del Estero. El poema recalculando dice “El corazón... no debería estar ahí”. Claramente, de anatomía no sabemos nada. Entonces ¿El corazón dónde? ¿Dejaste muchas partes en el camino?

D: Somos una construcción colectiva.  Las cosas que me pasaron en Santiago del Estero, quedaron allá. Pero cuando me remonto a ello y pienso vuelvo a donde quedaron esos sentires y recuerdos. Es imposible que uno se traiga todo, por eso siempre se vuelve. Seguramente, este poema fue escrito bajo enojo, o bajo la tristeza de no haber sido correspondido. Realmente, no recuerdo bajo qué circunstancias lo escribí. A veces, no querés que el corazón vaya a ningún lado.  Y bueno, en definitiva, el corazón no tiene nada que ver con lo que se siente pero, simbólicamente, es como un huesito que se rompe, se regenera.

M: En el último poema del libro “Soy un perro”  El edificio sigue incompleto, las paredes vacías, el eco pareciera hacerte compañía. ¿Cómo te llevás con la soledad? “Mi voz retumba/ en esta casa sin muebles/ ni cuadros colgados”. Partiendo de la base de que para que una voz retumbe no tiene que haber nada. Yo me interpelaba respecto de que la soledad es también una compañía, en la que el eco también representa una respuesta.

D: Es que una casa nunca se termina de construir, tanto en lo literal como en lo metafórico. Yo creo que la soledad es una buena compañera. De alguna manera, en toda mi vida mi voz retumbó. No por elección, sino por las circunstancias, soy hijo único. Entonces siempre hubo momentos donde mi voz retumbaba, y creo que por ahí viene la contemplación, porque uno se queda solo y piensa, y piensa mucho. Creo que la contemplación es una práctica de siempre en mi vida, sin embargo no es algo que yo elegí. Cuando trabajaba en Santiago, en el campo, a las siete de la tarde ya no había nada, y yo salía a correr, a veces con la luz de la luna, y lo único que escuchaba eran mis pasos. En esas instancias se escribieron muchos poemas.


Poemas Grayskull (Corteza Ediciones 2019) Colección Musgo


Tacto

Camino por la casa
veo sus rincones y me pregunto
qué envejecerá en ese lugar
qué cosas se irán perdiendo
cuando nadie las reclame

Me muevo tocando las paredes
siento la aspereza del ladrillo
meto las yemas en las hendiduras
soy un ciego buscando

Atravieso los espacios
esquivando los puntales
la luna se mete, se apoya
en el último hierro




Grayskull

Los pelos apuntan al cielo
en esta construcción
que está a media altura
Estos hierros del 12 aseguran el futuro
de una estructura que guardará secretos
Las paredes de 20 serán el claustro
de una película que rodará
permanente
en cada parte del sitio

Aún queda media carga de arena
el resto ha pasado a mejor vida
o quién sabe
Las piedras
de las que nadie sabe su procedencia
alcanzarán para los próximos metros

Ladrillos apilados,
alumnos de primaria
que el hombre tomará de a uno
y subirá a un lugar más alto
en el mundo

Hay hierros oxidados a la intemperie
me dicen que no es grave, que soportarán
un poco más de lluvia
En este lugar se construye Grayskull
y aunque sin puentes levadizos
no descarto plantar en el frente
un ejército de flores

Comienza a llamarse patio

Cada metro cuadrado
empieza a abrir sus poros
para recibir
las primeras lluvias

Los limones tardarán en llegar
pero ya se funden con la tierra
las venas subterráneas de su sangre

El sauco, que reverdece
contra toda nostalgia
renació en un balde
en el fondo de
otro patio

El día que llegue la sombra
y el azahar se vuelva nube
la naturaleza ya nos habrá cambiado


Bicicleta de río
a Daniel Cabral

El kayak
es la bicicleta de río
me dijo ese día Dani
cuando decidí comprar
Ahora tengo
embarcación
Escapo al arroyo
cuando puedo
Llevo la cámara
para encuadrar paisajes
que no volveré a ver
como si fueran una
maqueta provisoria
que desde arriba
cambian al ritmo
del cauce


Recalculando

Hay
un problema
geográfico
con el corazón:
no debería
estar
ahí