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martes, 30 de junio de 2020

Jardín de letras

Nunca me había pasado tal cosa. En Buenos Aires, Casa Safiras, en una presentación editorial de Ediciones Presente, uno de los poetas que estaba recitando sus poemas, empezó a cantarlos. Los poemas de Muzzio viven en la musicalidad, el ritmo acompaña cada verso en los que, además, el autor da gran importancia a la rima . El poeta jardinero hace confluir sus pasiones bajo las palabras, leer alguno de sus libros es olvidarse, por un rato, que el mundo existe, al menos como lo conocemos ya que los mismos apuntan a una descapitalización, a una regresión del capitalismo depredador que nos empuja a una vida por fuera de la contemplación, por fuera de todo lo que nos transporte o nos eleve.

Edgar Morín plantea un sentido complejo de la existencia humana y explica mejor que nosotros hacia dónde dirigimos la lectura: "es necesario aprender a « estar-ahí » en el Planeta. Aprender a estar-ahí quiere decir : "aprender a vivir, a compartir, a comunicarse, a comulgar ; es aquello que sólo aprendemos en y por las culturas singulares. Nos hace falta ahora aprender a ser, vivir, compartir, comulgar también como humanos del Planeta Tierra. No solamente ser de una cultura sino también ser habitantes de la Tierra." Los siete saberes para la educación del futuro (disponible en pdf)

El "yo" poético se posiciona: "disfrutando la simplicidad;/siendo humano, con mi carpa". Observamos en Muzzio una mirada profundamente humana, una mirada que condesciende solo con mirar. En el segundo poema que nos comparte, notamos la presencia de la regresión a la que primeramente nos referimos "Antes, siempre, las arrancaba/ porque no sabía que eran plantas".  Concluye en el cuarto poema:  "Y ahora sí, miro el jardín, que es mi patria;" el "yo" poético nos cuenta la contemplación, pero sobre todo, lo que va sucediendo en la mente a la hora de tomar la conciencia terrenal de la que habla Edgar Morín.

En los poemas las plantas, la naturaleza en sí, aparecen en primer plano, el autor propone diferentes visiones, pero todas con el único fin de arremangarse el mundo y salir a mojarse los pies en la tierra. A veces, mira desde lejos, otras veces mira desde cerca, toca, no toca, arrima amor a su patria de flores que crecen en el mundo de metal.


Nació el 2 de mayo de 1988 en Rosario, Santa Fe. Es jardinero y poeta. Editó por "Ediciones Arroyo": "Mantras bicicleteros" y una plaqueta, en la serie de la editorial "Dos poemas", en 2018.
Su poema, "Flor sanadora", está incluido en la antología "Literatura en flor", editada por la “Municipalidad de Rosario” en 2018.
 En 2019 editó "Metapoesía fractal", con la editorial “Rangún”, y "La Mantis subida al Dragón", con “Ediciones Presente”.
 En 2020 editó "Savia Azul" con “La Gota Microediciones”.

Para leer más poemas de Sebastián Muzzio: https://poesiasebamuzzio.blogspot.com/2019/08/




Ilustración: Maite Acosta

Poemas Inéditos

1


Me pensaba epifito, como la orquídea,
alimentándome del aire y la humedad;
viviendo liviano en el bosque,
disfrutando la simplicidad;
amoldándome, como un liquen, al tronco
en Simbiosis mutual;
juntando agua de rocío en una cuenca floral,
sentándome
en la prístina hierba a contemplar;
pero sigo siendo humano, con mi carpa
y poco impacto habitaré el lugar.

2


Antes, siempre, las arrancaba
porque no sabía que eran plantas
nutricias de hadas; que llevan
la magia en sus alas;
ahora, las cultivo:
flor de fuego, lantana,
achira amarilla, malvavisco,
canario rojo, escoba dura,
clavel del aire, sunchillo;
las orugas se alimentan,
en sus cuerpos se fermenta
la alquimia dorada del Sol y la Pacha;
tejen su crisálida, cristal de meditación,
transmutan y se secan, vuelan;
mariposas llevando, su lema
de, colores fundidos como acuarelas;
trazos nítidos de la gran
inteligencia multiversal;
pintó con savia y sangre estelar
a cada esencia, a toda entidad;
cada teorema que quiere tocarla
también es un alma,
todo gestito de este jardín
en la trama sin fin.

3


Las azucenas han cambiado su color,
del rojo al blanco, del rojo al blanco,
combinados, co-co-co-combinados;
las azucenas han cambiado su color,
del blanco al rojo, del rojo al blanco,
lo vi yo.

La azucena abrirá su flor, como un puente cruzaré el amor;
hacia el este espera un fogón y amores de agua, arena y Sol;
la mimosa cerrará su hoja, se contrae al rozarla suave
y la niebla traerá la duda que humedezca y nutra la pregunta;
y la Luna traerá la dicha, brillo llena la flor del malvón.

La azucena muestra su congoja, muere el ángel que cuidó esa rosa;
fueron años de capullo a flor, de perfume entre las espinas,
se esparcía llamándote a vos; que venías como un colibrí,
como una monarca o como hormiga,
la nariz hundías en su geometría sagrada-fractal;
medición de lo infinito es oxímoron;
fatal será la escisión de tu alma con el jardín del Sol;
el ángel que no pudo ser, fue oscuro y te invito a ver
del lado del ego sin flor; marchita tierra de dolor,
había un poco de placer a cuenta de entregar tu sien
cien veces a la depresión, la parca siempre merodeó;
un duende su pincel mojó, la paleta cromática te hechizó
de bosques, estrellas y río: comarca al lado del camino;
de brindis, música y reunión: el espíritu cerca del corazón.

Bulbo-pulpo de tentáculos verdes,
la azucena así emergió y ahora surge su vara,
que sostendrá tres flores, regalo del núcleo;
transmuta en pétalos y néctar toda su pasión
de lava y petróleo (que cada vez tiene menos);
en el centro de la Tierra, siempre en producción,
calentando y hechizando las semillas,
desde abajo para arriba el esplendor,
nutriendo las capas del limo,
fertilidad y cuna para la creación.

Azucena, a su cena picaflor:
succione el azúcar natural,
jugo floral de la campana roja y blanca;
llene su motor de amor en savia,
bata sus alas, un millón de aleteadas,
surque el jardín con su piel abrillantada
verde-azulada; pequeña hada-ave-mágica;
piquito polinizador desparrama
la continuidad en muchas plantas;
dicen, eres retorno de almas cercanas.

4



Y ahora sí, miro el jardín, que es mi patria;
ahora es momento de la bandera en alto:
un árbol, es un curupí, lechosa savia;
una torcaza salta de allí hacia el naranjo,
siempre es así, árboles y pájaros;
amphelopsis, manto de hojas en la pared,
reviste este pequeño reino y en el invierno
se deshoja; antes dará su ofrenda roja
a mi visión y a la Pacha toda, será compost,
será otra historia; la lluvia escribe y el picaflor
marca el acento en los conceptos a destacar,
en esta obra sin final, solo con pausas para recargar;
horneros caminan de aquí para allá, el suelo miran,
encuentran frases para el poema; los chingolitos van
de a saltitos, traen ideas antes que sean olvidadas;
las ramas retorcidas del curupí forman un ojo;
a través veo la mariposa, danaus erippus, metiendo el pico
en flores de fuego; todo está floreciendo:
el cariño entre dos perros y yo, caricias y lengüetazos;
las stapelias otorgan estrellas naciendo, capullos por abrir,
atraerán a las moscas con su aroma llamador de esta troupe
alada, sin tanta fama como las abejas o los abejorros;
gnomos que merodean por los racimos de campanas rosas,
colgadas de la bignonia spectabilis;
espectáculo, patio con bosque e invernáculo;
casa en el árbol, sería completa la canzonetta,
que cada día yo cantaría desde la cima,
desde esa nave de madera; llevo los frutos, llevo las letras,
llevo la música, me sirvo un mate, serán poesías;
a más tardar, será una obra, será un libro embotellado,
así lanzado al espacio sideral, a la brecha con los demás;
con buenos deseos e imágenes que los puedan abrazar;
será un discurso que darán las plantas y el humano poco intervendrá;
bajaré a la huerta, buscando las hierbas aromáticas, poetizarán
la tarde en mi alma; iré hacia los cultivos de crasas y cactáceas,
la fuerza y los colores, en osmosis se integrarán a mi cuerpo;
cuerpo y mente enlazados por el espíritu, enraizados a Gaia
por las fibras luminosas, visitando la Infra tierra y su cuento
maravilloso; es como se diluye el tiempo y se estira el espacio
y el árbol se ondula, gesticulando y abrazándonos ante el vacío;
una Luz que alumbre este rinconcito, será una explosión de amor
y de conciencia: que la nada es el sustrato de la existencia
y crece la vida, armar y desarmar el rompecabezas;
te rompe la cabeza de tanto pensar en el origen:
¿por qué hay algo en lugar de nada?; en las savias está
la conexión con el envés, quizás solo sea lado y revés;
vamos a ver cómo es y luego seguiré amando, cocinar
el pan y despertar, atender tu llamado, ir juntos a algún sitio,
escuchar las gotas caer bajo la enredadera, escribo y es todo
una cadena o es una espiral como el caparazón del caracol,
girándose al infinito; y el colibrí, que ser tan fino, come de las flores,
así viviría: flor y una poesía; con mi tamiz atravesar playa, selva, mar;
cuando sale el Sol, viajar hacia cada corazón y cuando salga la Luna,
acunar angustias, miedos y oscuridad para dormitar en paz.

5


Caducifolia razón, perenne intuición de los días;
amarilla perspectiva, desde los bosques aminorados,
paleta otoñal; momento de cosechar y seguir plantando,
también descansando, preparando el sustrato
para los próximos actos; obrar en el tiempo,
poción y psicomagia, transmuta y modela la plastilina fractal;
atraemos elementales, todos trabajando, la huerta es el barco,
surfeando los mares de las complejidades en que derivó
la existencia, selva robotizada por nuestra dual eficiencia.

6


Las enramadas, deshojadas, se dejan ver;
como las venas, como los brazos del Paraná;
fractales que se bifurcan por la trama,
dónde un hornero hizo su nido,
barro esculpido sobre el lomo de un plátano;
una hiedra se pegó al cuerpo de un jacarandá,
vistiéndolo con su traje de escamas
verdes-opacas y verdes claras;
liquidámbar, pintura otoñal trabajada
por la artista Gaia, mente multiversal;
cónico árbol, se decolora desde la punta:
verde, morándose, rojo a naranja, amarilleando,
retornando a la manta, piel de tierra,
red de esencias transmutadas;
será malvón, será regalo, será poema,
adormidera en floración, doble colchón de pétalos,
sombrero alrededor de la cabeza, almacén de semillas,
simétrico botón en los confines, era desierta,
dónde el destino, cada vez más alejado de la naturaleza,
busca salir, invocación de la vocación;
soles, naciendo de follajes, pequeños, abriéndose
como margaritas de color violeta, púrpura y lila pastel,
son las dimorfotecas; biblioteca de plantas es la Madre Tierra,
no alcanzan los días para conocer todas las familias,
pero las de la zona y sus nombres populares, sí;
de montes a viveros, de huertas y campo abierto;
gazania, tus estrellas se tiñen de rojo-naranja y blanco,
bordó, amarillo alumbrando macizos, manchas del jardín;
santa rita, tantas veces te podé por deber de mi oficio,
todas esas veces me pinché; perdón por cortarte, bella eres,
de afilado cariño y ojos fucsias, anaranjados o blanquitos;
subiendo, el mburucuyá, zarcillos en espiral,
se amarra al curupí; en compañía de un jazmín,
se ondulan buscando al Sol, sus alas serán la flor,
mariposa naranja que es, retazo del gran rey;
abeja encontró el néctar, en esa nieve de florescencias;
debajo, tacos de reina, techitos de duendes,
paraguas de hadas, forman una aldea;
a su lado se levantan monumentos
de pimientos campanitas que guardan,
en sus gorritos rojos, el picor y el sabor;
un destello, chispa que condimenta
cualquier plato y nutre a la cabeza
liberando la hormona de la felicidad;
caléndulas, libélulas, si riman es porque
giran en los senderos del jardín-barco,
en el ciclo del eterno retornar, pero cada
fotograma, pintura única del cuento
con los colores del momento;
malvón y chingolo, se miran, uno pía
y pica el piso, el otro suelta su color
hacia el entorno, hacia el fondo del vacío;
cotorras y ciruelos, quiebran ramas, picotadas,
ayudándose con las garras; obra en construcción
imagino, en los más altos eucaliptos;
troncos y tronquitos apilados, al costado
del horno de barro, provista y deseo
de panes caseros, delicias y artes del cocinero;
bignonia rosada, mirada hacia el túnel,
puerta pintada, ojo de savia;
albahaca de todo el año, aroma encantado,
caramelo incensado, al frotar tu follaje;
última franja solar en un día de otoño,
aprovecho y me alineo, recibo su calmante,
escribo unas imágenes, dorarme
con su tenue caricia que vitaliza;
una sonrisa al principio y otra al final.

*

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