Entrevista a Alejandra Bosch. Fundadora del festival de poesía de Arroyo Leyes.
Alejandra Bosch es artesana,
panadera, poeta, editora, fundadora del festival de poesía de Arroyo Leyes y
de la Editorial Ediciones Arroyo. Conversamos con ella mientras escuchamos en
el fondo de sus audios lo que parecería ser a alguien pintando o, dibujando. Ella
es gestora cultural, una de las tantas tareas afectadas por un sistema
social que espera de los artistas y trabajadores una constante muestra de amor por
lo que hacen, lo cual se confunde, muchas veces, con voluntarismo. Al mismo
tiempo, las actividades culturales se ven, también, imposibilitadas por las medidas
sanitarias a efectos del Covid-19. Por este motivo, el Festival de Poesía, en
esta ocasión, es virtual y se realizará los días 11, 12 y 13 de junio.
Flyer realizado por Daniela Camozzi
Misael: Buenos días,
Ale. Antes que nada, quería preguntarte cómo estás, en medio de este contexto
depredador de las subjetividades que, sin embargo, no imposibilita la
realización del festival de poesía que llevás a cabo junto con la compañía de Julián.
Según tengo entendido, el encuentro y el calor humano son unas de las
principales características del Festival.
¿Fue una decisión sencilla realizarlo de manera virtual?
Alejandra: Me va más o menos bien. Estoy acostumbrada a
vivir con mínimos recursos, siempre he trabajado como artesana, tejedora,
panadera (ahora) y librera. Soy una trabajadora informal desde siempre. Tengo
ideas claras de lo que es el consumo, así que la cuarentena, desde el punto de
vista subjetivo, al estar en esta casa hermosa que tengo, no ha sido un gran
problema, salvo algunos días, en los que uno se encuentra con su ser, pero
supongo que le pasa a todos, ya que al frenar la vida del capitalismo feroz en
el que estábamos inmersos permite que aflore lo que está siendo tapado
permanentemente.
Me considero una
privilegiada, vivo en un pueblo muy lindo, en una casa grande con muchos
árboles, tengo cuatro gatitos y un perrito, vivo con mi hijo que, también, es
artista plástico. Por lo que la cuarentena, en sí, no me ha sido pesada. Recibí
muchas muestras de cariño de compañeres de la zona, también artistas, que se
acercaron a preguntar si tenía para comer. A mí me ha servido mucho para
reafirmar algunas ideas.
El motivo de que el
festival sea virtual es que la virtualidad nos ha estado sosteniendo a todes
desde el primer momento de la pandemia. Pero, en realidad, la virtualidad es
algo que se ha impuesto e impera en nuestras vidas desde hace años. Todo lo que
hacemos o gestionamos a larga distancia ha sido forjado en la virtualidad, ya
sean los libros de Ediciones Arroyo, o libros de mi autoría para otras
editoriales, incluso el festival mismo. Estas herramientas me han permitido
difundir entonces mi trabajo como escritora, pero también como editora y
recicladora. Permitió que haya instalado en el imaginario la idea que tengo, y
el concepto que tengo, a través de lo que difundo en las redes sociales, o sea
que para mí el hecho de que el festival sea virtual no es algo que me resulte
extraño. Simplemente es aprovechar esta herramienta para seguir sosteniendo la
comunicación entre nosotros.
M: ¿Te sorprende la
cantidad de personas que se sumaron al festival? Si bien no tengo la cifra
exacta, estuve viendo que son más de sesenta y que, además, hay algunos que
provienen de otros países. Con esta modalidad ¿Achicamos distancias?
A: No me sorprende la
cantidad de poetas, ni que sean de otros países, ni que día a día se sigan
sumando. A todos les decimos que pueden hacerlo porque en realidad, el festival
que es un éxito (en el sentido más interesante de la palabra), es la
culminación y el anhelo de tanto trabajo que se ha hecho desde la editorial y
la verdad es un festival que se toma más como un campamento poético,
descolgarse de actividades que generalmente consumen la materia humana. Venir
hacia Arroyo Leyes, es desprenderse un poco de algunas actividades, y no me
sorprende la cantidad de poetas porque, generalmente, esas personas vendrían si
no fuese por los costos de la vida, o la complicación que implica la “vida
normal” hace que mucha gente no pueda. Creo que en realidad lo que agiliza que
el festival sea virtual es que esas complicaciones no surjan y poder participar
con un video a través de las redes sociales.
M: De alguna manera es
una especie de reconocimiento al recorrido realizado el hecho de que los y las
poetas anhelen ese espacio de encuentro en Arroyo Leyes.
A:De hecho, uno de mis
sueños es tener una gran casa donde poder alojar a todos los poetas del país o
extranjeros que quieran venir. Me encanta que el festival sea tan anhelado. Me
gusta continuarlo, aunque terminemos agotados acá en casa. Los primeros años
decía “no lo vuelvo a hacer” y a los dos meses ya estábamos preparando el
siguiente. Creo que son una parte importante de nuestras vidas, las relaciones
humanas que hemos establecido a través de Ediciones Arroyo y el festival de
poesía, ya que nos ha dado amigos y posibilidades infinitas de cariño y de afecto.
M: Más allá del
encuentro en el FdP, la reserva poética, que han construido, sigue allí todo el
año, aunque no esté la muchedumbre de poetas. ¿Cumple alguna función social para
el pueblo?
A: En casa, Julián y mi
ex pareja habían abierto una escuelita de arte que funcionaba a partir de
donaciones, en la que se enseñaba a pintar y a dibujar. Hubo un interés fuerte
por parte de la gente y les niñes del pueblo. Fue una iniciativa que se va a
volver a activar, incluso unos vecinos que, también tienen una reserva
(biológica) nos han propuesto unir las reservas en un proyecto de colocar los
nombres de los poetas en cartelitos que se ubican en las casas de los vecinos
que reciben la idea. A pesar de ser una
localidad pequeña es una localidad que recibió una gran cantidad de Préstamos
Procrear con el gobierno de Cristina Kirchner, por lo que estamos ante esta
idea de que, más allá de esa “explotación demográfica”, se reserve el
patrimonio natural y el cultural. Nosotros tenemos casi treinta personas que
llegan hasta casa con bolsas con sachets y cajas de leche porque saben que con
eso hacemos libros. Por supuesto, hay gente que desconoce lo que hacemos, pero
saben también que del portón para adentro hay una editorial. Nosotros tenemos
una decisión política de ofrecer esta alternativa, que es una alternativa de
vida en definitiva.
M: Es, efectivamente,
una pena que las ganas no basten para algunos procesos sociales, y que se tenga
que depender de que haya alguien que pueda donar materiales, o de alguien que
esté dispuesto a trabajar gratis. Uno puede hacer muchas cosas por amor, no
tengo una mirada económica de las cosas, pero si una mirada de reconocimiento
hacia el trabajo que realizan las personas. Lo que no debería depender,
necesariamente, de les niñes que aprovechan los recursos humanos de Ediciones
Arroyo, sino más bien del Estado. Es necesario, y debería imperar, reconocer
a los trabajadores informales, sobre todo si llenan un vacío social
redistribuyendo el capital cultural. Si
no, lo que ocurre es que la redistribución de ese capital cultural siempre
queda secundada a la posibilidad de algún voluntarismo, o de que alguien tenga
la amabilidad de hacer donaciones. Y, finalmente, cuando se reclama un apoyo
económico, aparecen más vacíos, y sería interesante que no suceda solo desde el
amor y desde el desear que otros puedan acceder, aprovechando de hacer lo que se
ama, pero a veces se olvida que la gente, aparte de hacer lo que ama, tiene que
vivir.
A: Ni el reloj trabaja
gratis. Era un proyecto muy interesante, con mucha repercusión, hasta que se
pretendió una mínima remuneración. Entonces, ahí uno elige. Y no siempre se
puede hacer, a la vez, el trabajo que da de comer y el que uno ama. En la
comuna, en ese momento, no había presupuesto y, a pesar del cambio de gobierno
en Santa Fe, con gente más piola en cultura, en estas circunstancias es difícil
de gestionar, porque están más preocupados en si comemos o no, lo que es
necesario. Por otro lado, no autorizo a que los pdf’s de mis libros circulen de
manera gratuita porque estoy viva y es uno de los tantos, pero pocos, ingresos
que tengo en mi casa.
M: A veces lo progre se
come la empatía. Me refiero a que lo que uno decida hacer con su obra es algo
personal. Que algunas personas, decidamos liberar nuestras obras, no tiene que
suponer la idea de que todo el mundo tiene la posibilidad o el privilegio de
hacerlo. Creo que hay privilegios en lo “progre”. Por eso, creo que es
necesario ser bien cautos a la hora de juzgar, sobre todo, si se trata de
compañeres que trabajan con la cultura, o para la cultura.
A: Absolutamente,
necesito vivir de eso. Es mi trabajo. Estoy de acuerdo con los rasgos de la personalidad,
junto con las definiciones políticas o ideológicas, que poseamos
individualmente, pero es otra cosa cuando el proyecto se vuelve comunitario y
la comunidad, justamente, pretende asumirlo como comunitario, no me parece que
deba ser un trabajo necesariamente gratuito. Si este mundo no fuese
rabiosamente capitalista yo no tendría por qué depender de ello para mi
subsistencia, dado que hago tantas cosas que no son productivas y no son de
interés de mercado. Hay un vacío en términos de respuestas económicas, por
parte del Estado, respecto de lo que hacemos los gestores culturales. La
idea sería que podamos priorizar el arte, pero no siempre es posible.
Pienso que, a veces,
uno peca de tímido o de querer agradar al público que piensa que ha cautivado,
o prioriza la imagen que otros tienen sobre uno, pero al sincerarse o exponer
la propia realidad se toma noción de que la gente había percibido a una tal
cual es. La cuarentena me permitió reconocer esa parte. Me han comprado libros
que quien sabe cuándo voy a poder entregar, y esa es una respuesta al mensaje
que estoy dando desde Arroyo Leyes. El mandato capitalista hace que se
confundan los tantos. De la cuarentena rescato la caída de la careta,
positivamente. Lo que importa son los lazos humanos, un Estado que proteja,
salud pública y cosas básicas.
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