¿Qué hacemos?

viernes, 5 de junio de 2020

Lo que importa son los lazos humanos, un Estado que proteja y cosas básicas.



Entrevista a Alejandra Bosch. Fundadora del festival de poesía de Arroyo Leyes.

Alejandra Bosch es artesana, panadera, poeta, editora, fundadora del festival de poesía de Arroyo Leyes y de la Editorial Ediciones Arroyo. Conversamos con ella mientras escuchamos en el fondo de sus audios lo que parecería ser a alguien pintando o, dibujando. Ella es gestora cultural, una de las tantas tareas afectadas por un sistema social que espera de los artistas y trabajadores una constante muestra de amor por lo que hacen, lo cual se confunde, muchas veces, con voluntarismo. Al mismo tiempo, las actividades culturales se ven, también, imposibilitadas por las medidas sanitarias a efectos del Covid-19. Por este motivo, el Festival de Poesía, en esta ocasión, es virtual y se realizará los días 11, 12 y 13 de junio.


Flyer realizado por Daniela Camozzi



Misael: Buenos días, Ale. Antes que nada, quería preguntarte cómo estás, en medio de este contexto depredador de las subjetividades que, sin embargo, no imposibilita la realización del festival de poesía que llevás a cabo junto con la compañía de Julián. Según tengo entendido, el encuentro y el calor humano son unas de las principales características del Festival.  ¿Fue una decisión sencilla realizarlo de manera virtual?

Alejandra:  Me va más o menos bien. Estoy acostumbrada a vivir con mínimos recursos, siempre he trabajado como artesana, tejedora, panadera (ahora) y librera. Soy una trabajadora informal desde siempre. Tengo ideas claras de lo que es el consumo, así que la cuarentena, desde el punto de vista subjetivo, al estar en esta casa hermosa que tengo, no ha sido un gran problema, salvo algunos días, en los que uno se encuentra con su ser, pero supongo que le pasa a todos, ya que al frenar la vida del capitalismo feroz en el que estábamos inmersos permite que aflore lo que está siendo tapado permanentemente.
Me considero una privilegiada, vivo en un pueblo muy lindo, en una casa grande con muchos árboles, tengo cuatro gatitos y un perrito, vivo con mi hijo que, también, es artista plástico. Por lo que la cuarentena, en sí, no me ha sido pesada. Recibí muchas muestras de cariño de compañeres de la zona, también artistas, que se acercaron a preguntar si tenía para comer. A mí me ha servido mucho para reafirmar algunas ideas.
El motivo de que el festival sea virtual es que la virtualidad nos ha estado sosteniendo a todes desde el primer momento de la pandemia. Pero, en realidad, la virtualidad es algo que se ha impuesto e impera en nuestras vidas desde hace años. Todo lo que hacemos o gestionamos a larga distancia ha sido forjado en la virtualidad, ya sean los libros de Ediciones Arroyo, o libros de mi autoría para otras editoriales, incluso el festival mismo. Estas herramientas me han permitido difundir entonces mi trabajo como escritora, pero también como editora y recicladora. Permitió que haya instalado en el imaginario la idea que tengo, y el concepto que tengo, a través de lo que difundo en las redes sociales, o sea que para mí el hecho de que el festival sea virtual no es algo que me resulte extraño. Simplemente es aprovechar esta herramienta para seguir sosteniendo la comunicación entre nosotros.

M: ¿Te sorprende la cantidad de personas que se sumaron al festival? Si bien no tengo la cifra exacta, estuve viendo que son más de sesenta y que, además, hay algunos que provienen de otros países. Con esta modalidad ¿Achicamos distancias?

A: No me sorprende la cantidad de poetas, ni que sean de otros países, ni que día a día se sigan sumando. A todos les decimos que pueden hacerlo porque en realidad, el festival que es un éxito (en el sentido más interesante de la palabra), es la culminación y el anhelo de tanto trabajo que se ha hecho desde la editorial y la verdad es un festival que se toma más como un campamento poético, descolgarse de actividades que generalmente consumen la materia humana. Venir hacia Arroyo Leyes, es desprenderse un poco de algunas actividades, y no me sorprende la cantidad de poetas porque, generalmente, esas personas vendrían si no fuese por los costos de la vida, o la complicación que implica la “vida normal” hace que mucha gente no pueda. Creo que en realidad lo que agiliza que el festival sea virtual es que esas complicaciones no surjan y poder participar con un video a través de las redes sociales.

M: De alguna manera es una especie de reconocimiento al recorrido realizado el hecho de que los y las poetas anhelen ese espacio de encuentro en Arroyo Leyes.

A:De hecho, uno de mis sueños es tener una gran casa donde poder alojar a todos los poetas del país o extranjeros que quieran venir. Me encanta que el festival sea tan anhelado. Me gusta continuarlo, aunque terminemos agotados acá en casa. Los primeros años decía “no lo vuelvo a hacer” y a los dos meses ya estábamos preparando el siguiente. Creo que son una parte importante de nuestras vidas, las relaciones humanas que hemos establecido a través de Ediciones Arroyo y el festival de poesía, ya que nos ha dado amigos y posibilidades infinitas de cariño y de afecto.

M: Más allá del encuentro en el FdP, la reserva poética, que han construido, sigue allí todo el año, aunque no esté la muchedumbre de poetas. ¿Cumple alguna función social para el pueblo?

A: En casa, Julián y mi ex pareja habían abierto una escuelita de arte que funcionaba a partir de donaciones, en la que se enseñaba a pintar y a dibujar. Hubo un interés fuerte por parte de la gente y les niñes del pueblo. Fue una iniciativa que se va a volver a activar, incluso unos vecinos que, también tienen una reserva (biológica) nos han propuesto unir las reservas en un proyecto de colocar los nombres de los poetas en cartelitos que se ubican en las casas de los vecinos que reciben la idea. A pesar de  ser una localidad pequeña es una localidad que recibió una gran cantidad de Préstamos Procrear con el gobierno de Cristina Kirchner, por lo que estamos ante esta idea de que, más allá de esa “explotación demográfica”, se reserve el patrimonio natural y el cultural. Nosotros tenemos casi treinta personas que llegan hasta casa con bolsas con sachets y cajas de leche porque saben que con eso hacemos libros. Por supuesto, hay gente que desconoce lo que hacemos, pero saben también que del portón para adentro hay una editorial. Nosotros tenemos una decisión política de ofrecer esta alternativa, que es una alternativa de vida en definitiva.

M: Es, efectivamente, una pena que las ganas no basten para algunos procesos sociales, y que se tenga que depender de que haya alguien que pueda donar materiales, o de alguien que esté dispuesto a trabajar gratis. Uno puede hacer muchas cosas por amor, no tengo una mirada económica de las cosas, pero si una mirada de reconocimiento hacia el trabajo que realizan las personas. Lo que no debería depender, necesariamente, de les niñes que aprovechan los recursos humanos de Ediciones Arroyo, sino más bien del Estado. Es necesario, y debería imperar, reconocer a los trabajadores informales, sobre todo si llenan un vacío social redistribuyendo el capital cultural.  Si no, lo que ocurre es que la redistribución de ese capital cultural siempre queda secundada a la posibilidad de algún voluntarismo, o de que alguien tenga la amabilidad de hacer donaciones. Y, finalmente, cuando se reclama un apoyo económico, aparecen más vacíos, y sería interesante que no suceda solo desde el amor y desde el desear que otros puedan acceder, aprovechando de hacer lo que se ama, pero a veces se olvida que la gente, aparte de hacer lo que ama, tiene que vivir.

A: Ni el reloj trabaja gratis. Era un proyecto muy interesante, con mucha repercusión, hasta que se pretendió una mínima remuneración. Entonces, ahí uno elige. Y no siempre se puede hacer, a la vez, el trabajo que da de comer y el que uno ama. En la comuna, en ese momento, no había presupuesto y, a pesar del cambio de gobierno en Santa Fe, con gente más piola en cultura, en estas circunstancias es difícil de gestionar, porque están más preocupados en si comemos o no, lo que es necesario. Por otro lado, no autorizo a que los pdf’s de mis libros circulen de manera gratuita porque estoy viva y es uno de los tantos, pero pocos, ingresos que tengo en mi casa.

M: A veces lo progre se come la empatía. Me refiero a que lo que uno decida hacer con su obra es algo personal. Que algunas personas, decidamos liberar nuestras obras, no tiene que suponer la idea de que todo el mundo tiene la posibilidad o el privilegio de hacerlo. Creo que hay privilegios en lo “progre”. Por eso, creo que es necesario ser bien cautos a la hora de juzgar, sobre todo, si se trata de compañeres que trabajan con la cultura, o para la cultura.

A: Absolutamente, necesito vivir de eso. Es mi trabajo. Estoy de acuerdo con los rasgos de la personalidad, junto con las definiciones políticas o ideológicas, que poseamos individualmente, pero es otra cosa cuando el proyecto se vuelve comunitario y la comunidad, justamente, pretende asumirlo como comunitario, no me parece que deba ser un trabajo necesariamente gratuito. Si este mundo no fuese rabiosamente capitalista yo no tendría por qué depender de ello para mi subsistencia, dado que hago tantas cosas que no son productivas y no son de interés de mercado. Hay un vacío en términos de respuestas económicas, por parte del Estado, respecto de lo que hacemos los gestores culturales. La idea sería que podamos priorizar el arte, pero no siempre es posible.
Pienso que, a veces, uno peca de tímido o de querer agradar al público que piensa que ha cautivado, o prioriza la imagen que otros tienen sobre uno, pero al sincerarse o exponer la propia realidad se toma noción de que la gente había percibido a una tal cual es. La cuarentena me permitió reconocer esa parte. Me han comprado libros que quien sabe cuándo voy a poder entregar, y esa es una respuesta al mensaje que estoy dando desde Arroyo Leyes. El mandato capitalista hace que se confundan los tantos. De la cuarentena rescato la caída de la careta, positivamente. Lo que importa son los lazos humanos, un Estado que proteja, salud pública y cosas básicas.

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