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domingo, 14 de junio de 2020

Una mirada que se afila


La poesía existe en todos, y más allá de todos los lenguajes. Mientras leía los poemas que, muy amablemente, nos compartió Washington, pensaba en todas las imágenes que encontramos perdidas en los recovecos de sus versos. Imágenes cargadas del sentido que únicamente se obtiene a través de la contemplación. Una poesía de la imagen, en la que la imagen queda en un segundo plano condescendiendo así a las propias sensaciones que acarrean. Resulta interesante, pensar a la imagen como una suerte de transbordador que refleja la propia subjetividad en el papel que se lee."Personas y raíces/ se parecen/ en estos lados". La mirada del "yo" poético desestructura la forma de ver las cosas que fueron asumidas bajo un único sentido posible, bajo un único sentido común, pero sobre todo invita a lanzarse desprotegido a otras formas de sentir. Le poeta se pierde en la mirada primogénita de la poesía que no es más que una mirada del mundo, que no es menos que una lucha contra la descotidianización de la vida.

Las ilustraciones de Elisa posibilitan una lectura inalcanzable, una lectura infinita, una lectura incapaz de ser sumida bajo un sentido banal. Esta modalidad bajo la cual se constituye su arte, acude al ojo observador para finalizar, de alguna manera, la obra. Por otro lado, la amalgama de colores elegidos son perfectamente capaces de transmitir la precariedad de la tierra que se pisa. Sin dudas, la autora da una gran relevancia al relieve que encrudece el arte que a simple vista pareciera respirar en el ojo que lo mira.

Washington Atencio (Entre Ríos, 1986) es profesor de Lengua y Literatura. Reside en Paraná y da clases en los niveles secundario, terciario y universitario. En 2019 publicó Una hoguera de jazmines (Camalote) y fue parte de la colección Tres Poemas (Ediciones Arroyo). Algunos de sus textos han recibido premios y menciones. Gestiona la librería Jacarandá y coorganiza el ciclo de poesía Río Abajo. En febrero de 2020 publicó Nuestra sombra volcada en el río (Agua Viva).


Elisa Lahitte Eberbach. (Tostado Sta Fe 1992). Vive en Buenos Aires. Estudia en la Universidad Nacional de las Artes la Licenciatura en artes visuales. Se ha desempeñado en montajes de obras de Arte y visitas guiadas en el Centro de Arte Contemporáneo La Casona de los Olivera. (Buenos Aires) Participó en la Exposición colectiva “Paseo Nocturno” en el Edificio principal del Jardín Botánico Carlos Thays. (Buenos Aires-2017) y en la Muestra institucional de la Casona de los Olivera, con alumnos de la cátedra Fernicola, de Dibujo de la UNA (2019). Expuso en la muestra Sustancia del Ciclo Vivarium de Ether Arts Project y la Huella Botánica (Buenos Aires - diciembre 2019) Es encuadernadora y tiene un emprendimiento propio de producción y venta de cuadernos personalizados



Maíz


Mi madre atraviesa invisible el alambrado

y se pierde en el maizal.

No lleva un vestido vaporoso

tampoco sombrero.

El sol no la daña.



Personas y raíces

se parecen

en estos lados.



Inclina su cara

huele el maíz

lo elige para nosotros.

Comemos de su mano

los granos

como pájaros. 







Ilustración: Elisa Lahitte Eberbach


Alambre de púas



El aromito florece

cerca del alambrado.

El aire que desprende

se espuma en amarillos.



Canto desde la espiga

y el hambre palpita

en copos de azúcar dorada.



Pero es espinillo

y mi mirada se afila

en agujas que se tensan al sol.



Abandono el plumaje

y mi canto se apaga en tu nombre.

Cada tarde

elijo la rama más filosa

para estrellarme.


(De Una hoguera de jazmines, Camalote, 2019)









Anidar



Tu respiración empieza

en la punta de mis dedos.



Inicio un viaje por tus vértebras,

ruta ondulada bajo mis yemas.



El sol se siembra en tu espalda,

campo a la tardecita

donde quiero germinar.



Deseo ser esqueleto, sostenerte

en pie frente al derrumbe

pero soy piel

carne

tendón apenas.



Tu cabeza se inclina hacia atrás

como buscando.

Cabe en el hueco de mi mano. 







Ilustración: Elisa Lahitte Eberbach



Nuestra sombra volcada en el río


Abro bocas

rompo el aire con la lengua

lanzo todas las chispitas.



Él me mira

me contiene con los ojos.



Cruza el río

a lo lejos un caballo.

La llanura lo verdea.



En la tarde busco el cielo

lo acaricio

lo revuelco

me deshago.



Agua estalla en la laguna

otro mar nos da respiro

otro río me atraviesa.




Terrario


Arreglás el jardín y te miro.



La naranja es un sol

a la siesta, relámpago cítrico

estallido en mi lengua.



Mis manos

vuelven al niño

que busca semillas,

porotos, granos de maíz.



Resultaba fácil

la tarea de naturales

viviendo tan cerca del suelo.



El campo fue mi germinador.



Bebimos la luz con fauces abiertas

nombramos el cielo y el agua,

quisimos brotar.



En tus manos

llenas de tierra

escupo una semilla

y espero.


G
alope ciego 

Entierro todas las miradas

semilla por semilla

para que puedas nacer.



Vengo del calor

pero aprendí a desconfiar

de la calma.



El frío

otra palabra.

El mar

lengua que se arrastra.



Con la boca sumergida en tierra

gritás trigo, cuchillo, fogata.



Latido seco

voz que se anuda

en tu camisa.



Agarrado a las crines de un recuerdo

beso párpado y horizonte.



Te sueño como se aguarda la lluvia.


(De Nuestra sombra volcada en el río, Aguaviva, 2020)




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