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viernes, 19 de junio de 2020

"Cuando cualquier cosa cambia en nosotros, ya nos cambió enteros"



Diego Planisich es poeta y gestor cultural. Es de la ciudad de Avellaneda (Santa Fe). Se lo cataloga, a veces, como “El poeta del río”, pero no deja de ser una parte pequeña de su poesía, en la que aflora la naturaleza a través de una contemplación respetuosa e inquietante. Coordina talleres literarios de lectura y escritura. Es autor de tres libros: Arrullo (Corteza Ediciones 2014), Dos luces de frente (Editorial Palabrava 2019) y Grayskull (Corteza Ediciones2019). Además, coordina junto a Luciana Paruzzo el ciclo de poesía La Mecha.

Son las nueve de la mañana. Espero el mensaje de Planisich. Me escribe finalmente: “En seguida salgo para allá”. Cordialmente, Diego, se acerca hasta mi casa a tomar mates, engañado de que vamos a hablar de Literatura. Y hablamos de Literatura. Hablamos de Grayskull. Al final de la -entrevista-, compartimos una serie de poemas del libro.




Misael: Leyendo Grayskull, sentí que Carina Radilov Chirov, quien escribió el Prólogo,  leyó con mucho amor el libro, lo cual es un gran trabajo de reconstrucción. La naturaleza siempre está, y generalmente, en un estado de cambio, de mutaciones, versos en presente que van yendo hacia el futuro, por ejemplo: “Comienza a llamarse patio” es una construcción que está en presente, pero un presente invadido por la transformación.

Diego: Eso tiene que ver con el proceso de construcción, es decir, no solo tiene que ver con la casa, justamente. La casa no es sólo lo que está entre las paredes, sino toda la superficie, y el patio es una parte importante de aquello. Tiene que ver con eso, la construcción del patio, las primeras plantas, los primeros arbolitos que puse, el césped, acomodar la tierra. Con respecto a la naturaleza, fíjate, no es algo que yo tenga en cuenta, ya que no soy un gran lector de Haikus, pero Carina en el prólogo menciona esa cuestión, el parentesco. Los haikus no son solo estructuras, sino también la contemplación de lo natural.

M- Esta tendencia hacia el futuro, tiene que ver con el reconocimiento de lo incontenible de alguna manera (me vas a guiar), es decir, lo incontenible de la naturaleza, incluso en el encierro del concreto. Este título “Comienza a llamarse patio” es la representación de lo incontenible, es como si pudieras decir que “comienza” infinitamente.

D: Exacto, es que estamos viviendo  una especie de futuro constante ¿no? El presente pareciera no existir, es una construcción para nombrar el ahora que continuamente está cambiando. Podés decir tranquilamente que se está escribiendo el futuro. Hay un libro de Mario Ortiz,  gran poeta de Bahía Blanca, que es muy experimental con el lenguaje, y en la tapa hay un televisor o, mejor dicho, la carcasa del televisor, como el encuadre que le faltaba a la pintura, lo puso en su casa delante de los arbustos y miraba y veía el arbusto que se movía, o que no se movía. Y él decía “Lo que yo estoy viendo acá, parece que está quieto, pero no lo está”.

M: A mí también me pasaba un poco, esto te lo mencionaba antes. La sensación que me genera leyendo Grayskull es que aflora lo cotidiano y lo inmediato, pero siempre a través de la abstracción y lo extendido, pareciera una contradicción epistemológica, pero es lo que se logra, justamente, con el objeto artístico, que es lo que señala en el prólogo Carina Radilov. No siempre se logra aquello que parece inherente a la literatura. ¿Ese lenguaje o esa búsqueda parte de la conciencia? ¿Tiene que ver con tu cosmovisión del mundo?

D: Hay algo que tengo presente siempre, es esta cuestión de decir sin decir. Si yo te digo que mires X no es para que me digas “sí, estoy viendo x”, es para que te pase otra cosa con lo que estás viendo. Por eso, puedo nombrar algo para que se lea, no la palabra, sino para que lleve a otro lugar. Hay uno de los poemas que se llama “Bicicleta de río” que habla de ese cuadro, llevo mi cámara para capturar,  es como que saco una foto desde arriba del kayak, para tomar un paisaje que va a cambiar, que nunca más va a estar igual.

M: Y por ejemplo en Tacto, nos llevás, hacia lo que estás mencionando, como una especie de apuntalamiento del devenir. Te planto este poema, esta imagen, y el “yo” poético nos lleva (lo que venimos hablando) a algo que no va permanecer, que va a estar cambiando, pero que él pudo ver.

D: Agustina Lezcano me hacía una entrevista, y me comentaba, rescataba esa parte que dice “Qué cosas se irán perdiendo/ cuando nadie las reclame” ¿Entendés? Es lo que me interesa siempre. Escribir a 120 km por hora le puso a la entrevista Mariano Peralta. Es un poema que está en dos luces de frente, y tal cual. He “escrito” poemas manejando (cosa que no se debe hacer) y… es una metáfora de que siempre estoy escribiendo. Cuando estoy quieto me cuesta. Ahora en la cuarentena, no estoy escribiendo prácticamente.

M: Precisás el movimiento de las cosas para construir. Las búsquedas de este libro se dan en el contexto de construcción de tu casa ¿Qué es eso de que la ciudad entre a tu patio?

D: No recuerdo si Tacto fue uno de los poemas que escribí de la serie esa que tiene que ver con la casa, que tiene que ver con los primeros ocho o nueve poemas. No hay un poema que indique que sea el primero. Es una construcción general de lo que fue pasando. La casa ya estaba ahí, incluso antes de estar. Todas las ideas de las historias que vienen de otros lados…  yo me imaginaba, mientras que pedía unos camiones con tierra, de dónde venía esa tierra, aunque un poco lo sabía. De todos lados. Yo vengo de una casa donde hay un patio grande, donde hay varios perros enterrados, y una lorita y demás. Miles de cosas enterradas. Y todo eso, de alguna manera, va a parar a mi patio. De cualquier parte de la ciudad, de cualquier parte de la historia.

M: En el poema Perspectivas, el “yo” poético mantiene cierta distancia, pero no de alejamiento, sino contemplación, de respeto, hacia la naturaleza.

D: Todos los poemas nacen de la contemplación, tanto de lo que me rodea, como de lo que está dentro de mí. “Perspectiva” surge de estar parado en el baldío de al lado, miraba mi casa desde afuera, y la contemplaba como una cosa  con vida.

M: La sensación que tengo al leerte es que sos muy contemplativo, pero con ese respeto que incluso menciona el “yo” poético al final de uno de los poemas “La naturaleza ya nos habrá cambiado”. Es una construcción contrahegemónica y, si me permitís estirar la interpretación sin romperla… no sé qué papel juega lo social en tu poesía, hace a una perspectiva social con una epistemología filomarxista, me recuerda un poco a Edgar Morín. La naturaleza nos va a cambiar a nosotros y no al revés.

D: Cuando cualquier cosa cambia en nosotros, ya nos cambió enteros. Cualquier cosa que cambia en nosotros es radical y, por más pequeño que sea, ya no somos los mismos. Con respecto a lo segundo, lo vas a notar cuando te pase unos poemas en los que estoy trabajando sobre los ahogados del Arroyo del rey. Ahí lo vas a notar aún más. Hay una incidencia, uno quiere decir. Algunos sucesos cotidianos me afectan, sobre todo cuando estoy en casa o en la calle y veo algunas injusticias, por ejemplo, en Grayskull, hay un verso, no recuerdo de qué poema, que dice “los perros que parecen como globos” y eso no quiere decir otra cosa que perros chocados por vehículos que se transportan de un lado a otro.

M: Claro, es muy sutil. Cuando das vida, en el poema Grayskull, al ejército de flores, se sucede esa sensación. Contame un poco sobre tu metodología ¿Te parece?

D: Cuando hicimos el taller con Mario Ortiz, aparece esa contraposición de lo rústico, lo duro y lo natural que parece que no podrían estar juntos en un poema. Escribo en movimiento, pero me tomo el tiempo para detenerme. Escribo en el celular, ya es una costumbre, después los transcribo a mano, y finalmente los paso a la computadora. En en ese trajín se van sucediendo mutaciones. Una vez que elijo todos los poemas los pongo a todos arriba de la mesa, y ahí medio que solitos se van ubicando, cuál va primero, cuál va segundo. Todo sucede ahí. Arriba de la mesa. Todos los libros los hice así y generalmente nadie sugirió cambios. Eso es algo que adopté con el tiempo.

M: Esta pregunta no tiene que ver con la obra en sí, pero surge a través de ella. Hay un poema en el cual aparece la imagen de la birome en el pecho que empieza a chorrear tinta, si no me equivoco es “Estado”.

D: ese poema es más viejo que arrullo, que es el primer libro. Lo habré escrito en el 2012, o 2013. Surge de dos plaquetas que publiqué en aquellos años. El primero se llamó Afiches en la ciudad Boreal. Y allí estaba ese poema.

M: A su vez, ese mismo poema, más allá de que leyéndolo “por encima”, pareciera no tener una relación con el hilo del libro, tiene una gran relación  porque, aparte de los sentimientos de la casa, tiene la  idea, asociada a vos, del río. Los chorros de tinta que salen del pecho donde fue clavado el bolígrafo, podrían ser las ramas del río.

D: Bien decís. Es el poema más abstracto, quizá, hasta surreal. Yo en esa época leía mucho el surrealismo, el Libro Rojo de Aldo Pellegrini y otros más. Me había explotado la cabeza, y ese poema viene desprendido de aquella época, por eso es un poco distinto a los demás, pero a su vez marca una sensación que tiene que ver con la escritura y con el sentimiento en cuanto a todo. Es muy intenso me parece. Las palabras más urgente. Me hace acordar un poco a Roque Dalton, salvando todas las diferencias, claro. (Risas)

M: Diego, ¿cómo juega la urgencia en la escritura?
D: No sabría decirte. Pero en otro momento la urgencia tenía que ver con cualquier poema que aparecía.  He manejado con ganas de escribir. Tener que frenar, orillarme y quedarme veinte minutos estacionado bajando una idea.

M: Me contaste que estuviste en Santa Fe, y en Santiago del Estero. El poema recalculando dice “El corazón... no debería estar ahí”. Claramente, de anatomía no sabemos nada. Entonces ¿El corazón dónde? ¿Dejaste muchas partes en el camino?

D: Somos una construcción colectiva.  Las cosas que me pasaron en Santiago del Estero, quedaron allá. Pero cuando me remonto a ello y pienso vuelvo a donde quedaron esos sentires y recuerdos. Es imposible que uno se traiga todo, por eso siempre se vuelve. Seguramente, este poema fue escrito bajo enojo, o bajo la tristeza de no haber sido correspondido. Realmente, no recuerdo bajo qué circunstancias lo escribí. A veces, no querés que el corazón vaya a ningún lado.  Y bueno, en definitiva, el corazón no tiene nada que ver con lo que se siente pero, simbólicamente, es como un huesito que se rompe, se regenera.

M: En el último poema del libro “Soy un perro”  El edificio sigue incompleto, las paredes vacías, el eco pareciera hacerte compañía. ¿Cómo te llevás con la soledad? “Mi voz retumba/ en esta casa sin muebles/ ni cuadros colgados”. Partiendo de la base de que para que una voz retumbe no tiene que haber nada. Yo me interpelaba respecto de que la soledad es también una compañía, en la que el eco también representa una respuesta.

D: Es que una casa nunca se termina de construir, tanto en lo literal como en lo metafórico. Yo creo que la soledad es una buena compañera. De alguna manera, en toda mi vida mi voz retumbó. No por elección, sino por las circunstancias, soy hijo único. Entonces siempre hubo momentos donde mi voz retumbaba, y creo que por ahí viene la contemplación, porque uno se queda solo y piensa, y piensa mucho. Creo que la contemplación es una práctica de siempre en mi vida, sin embargo no es algo que yo elegí. Cuando trabajaba en Santiago, en el campo, a las siete de la tarde ya no había nada, y yo salía a correr, a veces con la luz de la luna, y lo único que escuchaba eran mis pasos. En esas instancias se escribieron muchos poemas.


Poemas Grayskull (Corteza Ediciones 2019) Colección Musgo


Tacto

Camino por la casa
veo sus rincones y me pregunto
qué envejecerá en ese lugar
qué cosas se irán perdiendo
cuando nadie las reclame

Me muevo tocando las paredes
siento la aspereza del ladrillo
meto las yemas en las hendiduras
soy un ciego buscando

Atravieso los espacios
esquivando los puntales
la luna se mete, se apoya
en el último hierro




Grayskull

Los pelos apuntan al cielo
en esta construcción
que está a media altura
Estos hierros del 12 aseguran el futuro
de una estructura que guardará secretos
Las paredes de 20 serán el claustro
de una película que rodará
permanente
en cada parte del sitio

Aún queda media carga de arena
el resto ha pasado a mejor vida
o quién sabe
Las piedras
de las que nadie sabe su procedencia
alcanzarán para los próximos metros

Ladrillos apilados,
alumnos de primaria
que el hombre tomará de a uno
y subirá a un lugar más alto
en el mundo

Hay hierros oxidados a la intemperie
me dicen que no es grave, que soportarán
un poco más de lluvia
En este lugar se construye Grayskull
y aunque sin puentes levadizos
no descarto plantar en el frente
un ejército de flores

Comienza a llamarse patio

Cada metro cuadrado
empieza a abrir sus poros
para recibir
las primeras lluvias

Los limones tardarán en llegar
pero ya se funden con la tierra
las venas subterráneas de su sangre

El sauco, que reverdece
contra toda nostalgia
renació en un balde
en el fondo de
otro patio

El día que llegue la sombra
y el azahar se vuelva nube
la naturaleza ya nos habrá cambiado


Bicicleta de río
a Daniel Cabral

El kayak
es la bicicleta de río
me dijo ese día Dani
cuando decidí comprar
Ahora tengo
embarcación
Escapo al arroyo
cuando puedo
Llevo la cámara
para encuadrar paisajes
que no volveré a ver
como si fueran una
maqueta provisoria
que desde arriba
cambian al ritmo
del cauce


Recalculando

Hay
un problema
geográfico
con el corazón:
no debería
estar
ahí


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