Diego Planisich es poeta y gestor
cultural. Es de la ciudad de Avellaneda (Santa Fe). Se lo cataloga, a veces,
como “El poeta del río”, pero no deja de ser una parte pequeña de su poesía, en
la que aflora la naturaleza a través de una contemplación respetuosa e
inquietante. Coordina talleres literarios de lectura y escritura. Es autor de
tres libros: Arrullo (Corteza Ediciones 2014), Dos luces de frente (Editorial
Palabrava 2019) y Grayskull (Corteza Ediciones2019). Además, coordina junto a
Luciana Paruzzo el ciclo de poesía La Mecha.
Son las nueve de la mañana. Espero el
mensaje de Planisich. Me escribe finalmente: “En seguida salgo para allá”.
Cordialmente, Diego, se acerca hasta mi casa a tomar mates, engañado de que
vamos a hablar de Literatura. Y hablamos de Literatura. Hablamos de
Grayskull. Al final de la -entrevista-, compartimos una serie de poemas
del libro.
Misael: Leyendo Grayskull, sentí que
Carina Radilov Chirov, quien escribió el Prólogo, leyó con mucho
amor el libro, lo cual es un gran trabajo de reconstrucción. La naturaleza
siempre está, y generalmente, en un estado de cambio, de mutaciones, versos en
presente que van yendo hacia el futuro, por ejemplo: “Comienza a llamarse
patio” es una construcción que está en presente, pero un presente invadido por
la transformación.
Diego: Eso tiene que ver con el
proceso de construcción, es decir, no solo tiene que ver con la casa,
justamente. La casa no es sólo lo que está entre las paredes, sino toda la
superficie, y el patio es una parte importante de aquello. Tiene que ver con
eso, la construcción del patio, las primeras plantas, los primeros arbolitos
que puse, el césped, acomodar la tierra. Con respecto a la naturaleza, fíjate,
no es algo que yo tenga en cuenta, ya que no soy un gran lector de Haikus, pero
Carina en el prólogo menciona esa cuestión, el parentesco. Los haikus no son
solo estructuras, sino también la contemplación de lo natural.
M- Esta tendencia hacia el futuro,
tiene que ver con el reconocimiento de lo incontenible de alguna manera (me vas
a guiar), es decir, lo incontenible de la naturaleza, incluso en el encierro
del concreto. Este título “Comienza a llamarse patio” es la representación de
lo incontenible, es como si pudieras decir que “comienza” infinitamente.
D: Exacto, es que estamos
viviendo una especie de futuro constante ¿no? El presente pareciera
no existir, es una construcción para nombrar el ahora que continuamente está
cambiando. Podés decir tranquilamente que se está escribiendo el futuro. Hay un
libro de Mario Ortiz, gran poeta de Bahía Blanca, que es muy
experimental con el lenguaje, y en la tapa hay un televisor o, mejor dicho, la
carcasa del televisor, como el encuadre que le faltaba a la pintura, lo puso en
su casa delante de los arbustos y miraba y veía el arbusto que se movía, o que
no se movía. Y él decía “Lo que yo estoy viendo acá, parece que está quieto,
pero no lo está”.
M: A mí también me pasaba un poco,
esto te lo mencionaba antes. La sensación que me genera leyendo Grayskull es
que aflora lo cotidiano y lo inmediato, pero siempre a través de la abstracción
y lo extendido, pareciera una contradicción epistemológica, pero es lo que se
logra, justamente, con el objeto artístico, que es lo que señala en el prólogo
Carina Radilov. No siempre se logra aquello que parece inherente a la
literatura. ¿Ese lenguaje o esa búsqueda parte de la conciencia? ¿Tiene que ver
con tu cosmovisión del mundo?
D: Hay algo que tengo presente
siempre, es esta cuestión de decir sin decir. Si yo te digo que mires X no es
para que me digas “sí, estoy viendo x”, es para que te pase otra cosa con lo
que estás viendo. Por eso, puedo nombrar algo para que se lea, no la palabra,
sino para que lleve a otro lugar. Hay uno de los poemas que se llama “Bicicleta
de río” que habla de ese cuadro, llevo mi cámara para capturar, es
como que saco una foto desde arriba del kayak, para tomar un paisaje que va a
cambiar, que nunca más va a estar igual.
M: Y por ejemplo en Tacto, nos
llevás, hacia lo que estás mencionando, como una especie de apuntalamiento del
devenir. Te planto este poema, esta imagen, y el “yo” poético nos lleva (lo que
venimos hablando) a algo que no va permanecer, que va a estar cambiando, pero
que él pudo ver.
D: Agustina Lezcano me hacía una
entrevista, y me comentaba, rescataba esa parte que dice “Qué cosas se irán
perdiendo/ cuando nadie las reclame” ¿Entendés? Es lo que me interesa siempre.
Escribir a 120 km por hora le puso a la entrevista Mariano Peralta. Es un poema
que está en dos luces de frente, y tal cual. He “escrito” poemas manejando
(cosa que no se debe hacer) y… es una metáfora de que siempre estoy
escribiendo. Cuando estoy quieto me cuesta. Ahora en la cuarentena, no estoy
escribiendo prácticamente.
M: Precisás el movimiento de las
cosas para construir. Las búsquedas de este libro se dan en el contexto de
construcción de tu casa ¿Qué es eso de que la ciudad entre a tu patio?
D: No recuerdo si Tacto fue uno de
los poemas que escribí de la serie esa que tiene que ver con la casa, que tiene
que ver con los primeros ocho o nueve poemas. No hay un poema que indique que
sea el primero. Es una construcción general de lo que fue pasando. La casa ya
estaba ahí, incluso antes de estar. Todas las ideas de las historias que vienen
de otros lados… yo me imaginaba, mientras que pedía unos camiones
con tierra, de dónde venía esa tierra, aunque un poco lo sabía. De todos lados.
Yo vengo de una casa donde hay un patio grande, donde hay varios perros
enterrados, y una lorita y demás. Miles de cosas enterradas. Y todo eso, de
alguna manera, va a parar a mi patio. De cualquier parte de la ciudad, de
cualquier parte de la historia.
M: En el poema Perspectivas, el “yo”
poético mantiene cierta distancia, pero no de alejamiento, sino contemplación,
de respeto, hacia la naturaleza.
D: Todos los poemas nacen de la
contemplación, tanto de lo que me rodea, como de lo que está dentro de mí.
“Perspectiva” surge de estar parado en el baldío de al lado, miraba mi casa
desde afuera, y la contemplaba como una cosa con vida.
M: La sensación que tengo al leerte
es que sos muy contemplativo, pero con ese respeto que incluso menciona el “yo”
poético al final de uno de los poemas “La naturaleza ya nos habrá cambiado”. Es
una construcción contrahegemónica y, si me permitís estirar la interpretación
sin romperla… no sé qué papel juega lo social en tu poesía, hace a una
perspectiva social con una epistemología filomarxista, me recuerda un poco a
Edgar Morín. La naturaleza nos va a cambiar a nosotros y no al revés.
D: Cuando cualquier cosa cambia en
nosotros, ya nos cambió enteros. Cualquier cosa que cambia en nosotros es
radical y, por más pequeño que sea, ya no somos los mismos. Con respecto a lo
segundo, lo vas a notar cuando te pase unos poemas en los que estoy trabajando
sobre los ahogados del Arroyo del rey. Ahí lo vas a notar aún más. Hay una
incidencia, uno quiere decir. Algunos sucesos cotidianos me afectan, sobre todo
cuando estoy en casa o en la calle y veo algunas injusticias, por ejemplo, en
Grayskull, hay un verso, no recuerdo de qué poema, que dice “los perros que
parecen como globos” y eso no quiere decir otra cosa que perros chocados por
vehículos que se transportan de un lado a otro.
M: Claro, es muy sutil. Cuando das
vida, en el poema Grayskull, al ejército de flores, se sucede esa sensación.
Contame un poco sobre tu metodología ¿Te parece?
D: Cuando hicimos el taller con Mario
Ortiz, aparece esa contraposición de lo rústico, lo duro y lo natural que
parece que no podrían estar juntos en un poema. Escribo en movimiento, pero me
tomo el tiempo para detenerme. Escribo en el celular, ya es una costumbre,
después los transcribo a mano, y finalmente los paso a la computadora. En en
ese trajín se van sucediendo mutaciones. Una vez que elijo todos los poemas los
pongo a todos arriba de la mesa, y ahí medio que solitos se van ubicando, cuál
va primero, cuál va segundo. Todo sucede ahí. Arriba de la mesa. Todos los
libros los hice así y generalmente nadie sugirió cambios. Eso es algo que
adopté con el tiempo.
M: Esta pregunta no tiene que ver con
la obra en sí, pero surge a través de ella. Hay un poema en el cual aparece la
imagen de la birome en el pecho que empieza a chorrear tinta, si no me equivoco
es “Estado”.
D: ese poema es más viejo que
arrullo, que es el primer libro. Lo habré escrito en el 2012, o 2013. Surge de
dos plaquetas que publiqué en aquellos años. El primero se llamó Afiches en la
ciudad Boreal. Y allí estaba ese poema.
M: A su vez, ese mismo poema, más
allá de que leyéndolo “por encima”, pareciera no tener una relación con el hilo
del libro, tiene una gran relación porque, aparte de los
sentimientos de la casa, tiene la idea, asociada a vos, del río. Los
chorros de tinta que salen del pecho donde fue clavado el bolígrafo, podrían
ser las ramas del río.
D: Bien decís. Es el poema más
abstracto, quizá, hasta surreal. Yo en esa época leía mucho el surrealismo, el
Libro Rojo de Aldo Pellegrini y otros más. Me había explotado la cabeza, y ese
poema viene desprendido de aquella época, por eso es un poco distinto a los
demás, pero a su vez marca una sensación que tiene que ver con la escritura y
con el sentimiento en cuanto a todo. Es muy intenso me parece. Las palabras más
urgente. Me hace acordar un poco a Roque Dalton, salvando todas las
diferencias, claro. (Risas)
M: Diego, ¿cómo juega la urgencia en la escritura?
D: No sabría decirte. Pero en otro
momento la urgencia tenía que ver con cualquier poema que
aparecía. He manejado con ganas de escribir. Tener que frenar,
orillarme y quedarme veinte minutos estacionado bajando una idea.
M: Me contaste que estuviste en Santa
Fe, y en Santiago del Estero. El poema recalculando dice “El corazón... no
debería estar ahí”. Claramente, de anatomía no sabemos nada. Entonces ¿El
corazón dónde? ¿Dejaste muchas partes en el camino?
D: Somos una construcción
colectiva. Las cosas que me pasaron en Santiago del Estero, quedaron
allá. Pero cuando me remonto a ello y pienso vuelvo a donde quedaron esos
sentires y recuerdos. Es imposible que uno se traiga todo, por eso siempre se
vuelve. Seguramente, este poema fue escrito bajo enojo, o bajo la tristeza de
no haber sido correspondido. Realmente, no recuerdo bajo qué circunstancias lo
escribí. A veces, no querés que el corazón vaya a ningún lado. Y
bueno, en definitiva, el corazón no tiene nada que ver con lo que se siente pero,
simbólicamente, es como un huesito que se rompe, se regenera.
M: En el último poema del libro “Soy
un perro” El edificio sigue incompleto, las paredes vacías, el eco
pareciera hacerte compañía. ¿Cómo te llevás con la soledad? “Mi voz retumba/ en
esta casa sin muebles/ ni cuadros colgados”. Partiendo de la base de que para
que una voz retumbe no tiene que haber nada. Yo me interpelaba respecto de que
la soledad es también una compañía, en la que el eco también representa una
respuesta.
D: Es que una casa nunca se termina
de construir, tanto en lo literal como en lo metafórico. Yo creo que la soledad
es una buena compañera. De alguna manera, en toda mi vida mi voz retumbó. No
por elección, sino por las circunstancias, soy hijo único. Entonces siempre
hubo momentos donde mi voz retumbaba, y creo que por ahí viene la
contemplación, porque uno se queda solo y piensa, y piensa mucho. Creo que la
contemplación es una práctica de siempre en mi vida, sin embargo no es algo que
yo elegí. Cuando trabajaba en Santiago, en el campo, a las siete de la tarde ya
no había nada, y yo salía a correr, a veces con la luz de la luna, y lo único
que escuchaba eran mis pasos. En esas instancias se escribieron muchos poemas.
Poemas Grayskull (Corteza Ediciones
2019) Colección Musgo
Tacto
Camino por la casa
veo sus rincones y me pregunto
qué envejecerá en ese lugar
qué cosas se irán perdiendo
cuando nadie las reclame
Me muevo tocando las paredes
siento la aspereza del ladrillo
meto las yemas en las hendiduras
soy un ciego buscando
Atravieso los espacios
esquivando los puntales
la luna se mete, se apoya
en el último hierro
Grayskull
Los pelos apuntan al cielo
en esta construcción
que está a media altura
Estos hierros del 12 aseguran el
futuro
de una estructura que guardará
secretos
Las paredes de 20 serán el claustro
de una película que rodará
permanente
en cada parte del sitio
Aún queda media carga de arena
el resto ha pasado a mejor vida
o quién sabe
Las piedras
de las que nadie sabe su procedencia
alcanzarán para los próximos metros
Ladrillos apilados,
alumnos de primaria
que el hombre tomará de a uno
y subirá a un lugar más alto
en el mundo
Hay hierros oxidados a la intemperie
me dicen que no es grave, que
soportarán
un poco más de lluvia
En este lugar se construye Grayskull
y aunque sin puentes levadizos
no descarto plantar en el frente
un ejército de flores
Comienza a llamarse patio
Cada metro cuadrado
empieza a abrir sus poros
para recibir
las primeras lluvias
Los limones tardarán en llegar
pero ya se funden con la tierra
las venas subterráneas de su sangre
El sauco, que reverdece
contra toda nostalgia
renació en un balde
en el fondo de
otro patio
El día que llegue la sombra
y el azahar se vuelva nube
la naturaleza ya nos habrá cambiado
Bicicleta de río
a Daniel Cabral
El kayak
es la bicicleta de río
me dijo ese día Dani
cuando decidí comprar
Ahora tengo
embarcación
Escapo al arroyo
cuando puedo
Llevo la cámara
para encuadrar paisajes
que no volveré a ver
como si fueran una
maqueta provisoria
que desde arriba
cambian al ritmo
del cauce
Recalculando
Hay
un problema
geográfico
con el corazón:
no debería
estar
ahí
No hay comentarios:
Publicar un comentario