María Teresa Andruetto plantea en
un escrito para La infancia del
procedimiento que toda verdad es relativa, en tanto que con la escritura se
buscan certezas personales y, a la vez, certezas para otros. Dice al respecto: “la posibilidad de ser otro, de ser desde otro, de un
modo verosímil.” Desde esa perspectiva
parece surgir la voz de Belén Giménez. Una artista que encarna una descripción
desgarradora de la realidad, una descripción empática que funciona como un
trampolín hacia la incomodidad que genera toda empatía. Particularmente, su
empatía pareciera surgir desde la mirada cotidiana, desde la refinación de la
mirada que pasa primero por la conciencia y extraña descubriendo el lado b de
lo que se mira. La escritura de Belén es una mirada extrañada de las cosas. En Res
de matadero podemos percibir cómo el “yo” poético personifica en un animal, un
animal muerto: “Cuelgo /aún viva/
de un gancho del matadero (…)Chillo como el cerdo
cuando es atrapado”.
En la
poesía de la autora de Olor a tierra mojada (Camalote 2020) la primera persona parecieran el nexo inescrutable entre la construcción estética y la
realidad. Su poema En la canilla propone una revisión moral del bien y el mal,
dándole voz a la contemplación de una Yarará: “No me hizo nada/ morder es solo una defensa”. De modo que nos
permitimos, a la vez, entender la gran relación que tiene el mundo animal con
la poesía de la autora que, además, nos invita a recorrer la idiosincrasia
entrerriana desde la sensibilidad de su mirada.
En esta ocasión, volvemos a compartirles ilustraciones de Elisa Lahitte Eberbach. Sobre el papel dibuja, moviliza todo lo que pueda ser movilizado. La casa, el instrumento más utilizado, instaurado, por el sentido común, el lugar del que se desprenden todas las normas morales existentes, puede también ser movilizado. ¿La casa puede ser arrastrada por nosotros? No, al menos, no de la misma manera que ella nos arrastra. Al revés la res de matadero, podemos llevarla donde deseemos, pero en ese movimiento, vamos dejando algo en el camino.
María Belén Giménez (Interior de Entre Ríos 1987) Profesora de lengua y literatura (UNADER) y Técnica en Comunicación Social con mención en Redacción. Participó de la Antología: Cuarto encuentro interprovincial de narrativa y poesía del Noroeste, Noreste y Litoral Argentino; compilado por Leticia Manuata (2019). Fue publicada por la sección Poesía de la Revista Análisis, y Publicó Olor a tierra mojada (Camalote 2020)
Elisa Lahitte Eberbach. (Tostado Sta Fe 1992). Vive en Buenos Aires. Estudia en la Universidad Nacional de las Artes la Licenciatura en artes visuales. Se ha desempeñado en montajes de obras de Arte y visitas guiadas en el Centro de Arte Contemporáneo La Casona de los Olivera. (Buenos Aires) Participó en la Exposición colectiva “Paseo Nocturno” en el Edificio principal del Jardín Botánico Carlos Thays. (Buenos Aires-2017) y en la Muestra institucional de la Casona de los Olivera, con alumnos de la cátedra Fernicola, de Dibujo de la UNA (2019). Expuso en la muestra Sustancia del Ciclo Vivarium de Ether Arts Project y la Huella Botánica (Buenos Aires - diciembre 2019) Es encuadernadora y tiene un emprendimiento propio de producción y venta de cuadernos personalizados
En esta ocasión, volvemos a compartirles ilustraciones de Elisa Lahitte Eberbach. Sobre el papel dibuja, moviliza todo lo que pueda ser movilizado. La casa, el instrumento más utilizado, instaurado, por el sentido común, el lugar del que se desprenden todas las normas morales existentes, puede también ser movilizado. ¿La casa puede ser arrastrada por nosotros? No, al menos, no de la misma manera que ella nos arrastra. Al revés la res de matadero, podemos llevarla donde deseemos, pero en ese movimiento, vamos dejando algo en el camino.
María Belén Giménez (Interior de Entre Ríos 1987) Profesora de lengua y literatura (UNADER) y Técnica en Comunicación Social con mención en Redacción. Participó de la Antología: Cuarto encuentro interprovincial de narrativa y poesía del Noroeste, Noreste y Litoral Argentino; compilado por Leticia Manuata (2019). Fue publicada por la sección Poesía de la Revista Análisis, y Publicó Olor a tierra mojada (Camalote 2020)
Elisa Lahitte Eberbach. (Tostado Sta Fe 1992). Vive en Buenos Aires. Estudia en la Universidad Nacional de las Artes la Licenciatura en artes visuales. Se ha desempeñado en montajes de obras de Arte y visitas guiadas en el Centro de Arte Contemporáneo La Casona de los Olivera. (Buenos Aires) Participó en la Exposición colectiva “Paseo Nocturno” en el Edificio principal del Jardín Botánico Carlos Thays. (Buenos Aires-2017) y en la Muestra institucional de la Casona de los Olivera, con alumnos de la cátedra Fernicola, de Dibujo de la UNA (2019). Expuso en la muestra Sustancia del Ciclo Vivarium de Ether Arts Project y la Huella Botánica (Buenos Aires - diciembre 2019) Es encuadernadora y tiene un emprendimiento propio de producción y venta de cuadernos personalizados
Res de matadero
Cuelgo
aún viva
de un gancho del matadero
junto a otras reses
sobre ríos de sangre que el agua hace correr,
entre paredes blancas de manchas borradas
y el olor nauseabundo ya imposible de esconder.
Chillo
como el cerdo cuando es atrapado
mientras sus manos me acarician
como a animal doméstico
y sus voces mecánicas
me producen la exanguinación:
Ya va a pasar.
Aguantá.
No es para tanto.
Las añejas mujeres
adiestradas en el oficio
me mantienen en el gancho
que perfora mi carne
la que van desgarrando
con los tirones del desuello.
Mi cuerpo
despojado del resguardo de la grasa y la piel,
amansado,
cuelga del gancho
que me transportará
a donde me espera el carnicero
haciendo sonar el acero
que provocó mis primeros gritos.
(Poesía seleccionada a partir de un concurso y publicada
en: Antología: Cuarto Encuentro
Interprovincial de narrativa y poesía del Noroeste, Noreste y Litoral Argentino;
compilado por Leticia Manauta. UPCN. 2019)
Ilustración: Elisa Lahitte Eberbach
En la canilla
que mira melancólica
la pileta de cemento
lavaba mis manos de
tierra.
Entre mis pies desnudos
se deslizaba una yarará
que escapaba del calor de
la siesta.
No me hizo nada
morder es solo una
defensa.
Arrastra en sus escamas
el origen del pecado
carga en su cuerpo el
veneno
vuelto amenaza
fundamento de su
existencia rechazada.
Dejo de lavarme
mis manos
son su refugio.
(Olor a tierra mojada. Camalote, 2020)
Alimento
Escucho un disparo
rompiendo el aire
y luego el cuero
como eco de las palabras
que repito en silencio
para no olvidar
y para convencerme
como hago con todo
lo que guardo como
promesa:
Solo tiro si estoy seguro
No tiro si es hembra y está preñada
No dejo un animal herido en el campo.
Aprieto los ojos
y me tapo los oídos
mis manos son pequeñas
pero mis oídos también lo
son.
Veo a los pájaros
levantar vuelo en todas
direcciones
fuera de los árboles
me asustan los perros
que ladran enloquecidos
8
y rasgan su piel con los
espinillos
en la carrera por
alcanzar la presa.
El ciervo yace
con los ojos pausados en
el horizonte
no le duele ser
arrastrado
no le duele ser azotado
en la parte trasera de la
camioneta
no les teme a los
colmillos babeantes
de los ansiosos perros.
Un cuchillo perfora su
cuello
para que se desangre
no miro por la ventana de
mi pieza
el fresno
donde tengo una casa sin
paredes
y tortas sin azúcar
ahora es gancho para
desuello.
¿Por qué mis hogares
se vuelven infierno?
El mismo cuchillo separa
la piel de la carne
cuando ya no sangra
las moscas han montado
guardia
revolotean y se posan.
El mismo cuchillo
troza al animal
filetea el cuarto
sobre la mesa que, con un
mantel,
nos reúne
y enfrenta los rostros.
Las manos que descuelgan
la soga
del árbol
son las que apretaron el
gatillo
en el campo
son las que manejan el cuchillo
en la carne
son las mismas que
labraron
pulieron y encastraron
con monedas viejas
y plata reutilizada
el cabo hecho con los
cuernos
de otro animal que colgó
antes del fresno
son las que retiran mis
manos de mis oídos
y me ofrecen el plato servido.
(Olor a tierra mojada. Camalote, 2020)
Qué importa si
dura
lo que dura el verano en la piel
si se esfuma como sus contornos
frente al resplandor de un sol
que nunca salió
Si se parte al medio
o en mil pedazos
y corta mis manos
con el filo de lo que fue.
Qué me importa.
Tengo lo que le es efímero al tiempo
los segundos que me pensaste
el abrazo al felicitarme.
Mientras vos decías que era poco
que era algo sencillo
que no era nada
yo remendaba
fotos de infancia
en mi memoria.
(Inédito)
La hoja que me cubre se seca
y se agrieta con cada movimiento
siento cómo voy perdiendo cáscaras
en el camino
se requiebran mis pequeños cascos
y me dejan indefensa
las cortinas negras se deshilachan
caen con el agua y se adhieren a las caricias.
Mi hogar se va convirtiendo en ruina
por el tiempo,
los cambios
y las inclemencias.
De esa manera me habla
debo estar atenta.
y se agrieta con cada movimiento
siento cómo voy perdiendo cáscaras
en el camino
se requiebran mis pequeños cascos
y me dejan indefensa
las cortinas negras se deshilachan
caen con el agua y se adhieren a las caricias.
Mi hogar se va convirtiendo en ruina
por el tiempo,
los cambios
y las inclemencias.
De esa manera me habla
debo estar atenta.
(Inédito)
Rechina
el silencio en mi boca
como maderas viejas
del cementerio
que ceden con la tierra
o como el viento
jugando con las almas pequeñas
Los
muertos se consumen
en
busca de lo que no tuvieron
me decía un viejo sepulturero
Así es el silencio conmigo
me desgarra la piel
mastica mi carne
y llega a mis huesos
Ofuscado avanza
en espiral hacia el centro
hasta volverme polvo.
(Publicado en
“Entre versos”, sección Poesía de Revista Análisis. Año 29 – N°1102 – Paraná,
Entre Ríos. 15 de agosto de 2019).
Ilustración: Elisa Lahitte Eberbach
Ilustración: Elisa Lahitte Eberbach
Donde
se unen la lluvia y el sol
Contame qué ves
desde tu balcón
¿Ves los rayos
hiriendo el vacío?
¿Escuchas al viento
rompiendo la nada?
¿Cómo es que el cielo,
siendo el mismo,
se ve tan distinto?
Contame qué ves
cuando caminas
por la vereda.
¿Podes ver las ramas
llenas de hojas verdes
como una estampa en un fondo azul,
salpicada de luz?
¿Cómo es que el cielo,
siendo el mismo,
se ve tan distinto?
Cuando el día se funde
en un horizonte de fuego,
ese que nunca voy a alcanzar
¿Vos podes,
desde tu terraza,
llegar allá?
Tal vez yo pueda, a través de tu
voz.
¿Alguna vez caminaste
por la línea
donde se unen la lluvia y el sol
cuando allá los vidrios lloran
y acá la tierra se agrieta?
¿Cómo es que el cielo,
siendo el mismo,
se ve tan distinto?
Tal vez
sea el reflejo de los ojos.
Tal vez encontrarte
sea como pararme en esa línea
y sentir
la lluvia en una mano
y el sol en la otra.
(Inédito)
Improviso un ramo de flores para los que ya no
están. Intento que se parezca lo más posible a los que arman en las florerías.
No me sale, como tantas otras cosas, como todo, pero marcho igual, con la cabeza
gacha. Avanzo hacia el mismo lugar que avanzo con el paso de los años, esta vez
por decisión propia. En el camino cruzo a un hombre haciendo zigzag. Son las
cinco de la tarde. Levanta la vista que choca con mis ojos caídos. Siento que
nos entendemos y me pregunto con qué dolor hace pelear al vino... Tengo que
caminar más de un kilómetro fuera del pueblo. Al costado de la ruta un perro
con la lengua afuera sigue su instinto y despierta mis celos: sabe a dónde va,
sabe llegar, sabe esperar y sabe volver aunque lo echen o lo maltraten... Me
detengo en cada tumba que solía visitar cuando era más chica, me detengo a
acariciar cada foto de los rostros que extraño; limpiando, tocando y mirando le
dedico tiempo a mis muertos... Salgo un poco más vacía aunque me resista a ser
parte de ahí. Tal vez deba acostumbrarme, últimamente cada lugar que atravieso
me deja menos de mi...
(Publicado
en https://fotosparaepigrafesrelatos.blogspot.com)
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